LEOPOLDO MINAYA
Este libro de Claribel Díaz es historia de vívidas
sensaciones vividas y desvividas, inventario exacto de ansias aprisionadas que
se liberan abruptas, borbotón de respuestas emocionales.
La
proverbial expresión de Gracián —referida a que lo bueno, siendo
breve, resulta dos veces bueno— encaja fielmente en el
poemario Órbita de la inquietud (Obsidiana
Press, 2010), de Claribel Díaz, poeta distinguida entre las últimas
generaciones de escritores dominicanos por ambas razones: por el decir y por la
contención; poeta representativa del grupo de escritores residentes en el
exterior de la República que dan brillo, desde lejos, a las letras
nacionales.
Brevedad
general del libro como libro, de las secciones o capítulos que lo componen, de
los poemas en sí, de imágenes e ideas: motivo de auspicios favorables porque,
en resolución, poesía es arte quintaesenciado, fundamento y extracto de todas
las demás artes, compendio cabal de cualidades, calidades, impresiones,
emociones, actitudes, aptitudes, deslumbramientos y sombras que revisten al ser,
emanaciones de su ajustada naturaleza… No valga animosidad gratuita contra el
poema o la expresión extensos, solo reconozco lo siguiente: todo gran poema es
breve, por cuanto expresa y justifica en sí mismo el universo completo de sus
posibilidades.
Allen
Ginsberg o Walt Whitman o José Alejandro Peña, por ejemplo, exhiben maestría
técnica en renglones «de largo aliento», extensión considerable si se aprecia
desde un inventario de palabras e ideas asociadas, pero breve si se compara —por decir algo vago— con la vastedad del
universo… que igualmente, por lo demás, es breve, tan breve que podemos
contenerlo entre las paredes de un concepto, o que bien alcanzaríamos a definir
como sucesión infinita de infinitas brevedades. Breve en su infinidad. Como la
Poesía.
Claribel
Díaz, poeta y amiga: tu libro es razonablemente breve; breve (y para decir esto
tendría que apoyarme en un texto de otro de nuestros principales poetas, don
José Mármol), breve «como tú».
Claribel
Díaz, esteta y enigma: en tu libro, y en ti — ¿metonimias, heráldicas, simbologías?—, lo representado se funde con lo
representante y (para decir esto tendría que apoyarme en el texto de otro de
los principales poetas españoles) «poesía eres tú».
Órbita de la inquietud es un universo
liberado en su brevedad. En él encontramos un cúmulo de emociones girando
alrededor… ¿de qué? ¿de quién? ¡Fácil saberlo! La angustia, el existir, el espacio, el
tiempo, el nombre de lo indecible y el dicho de lo innombrable inscriben la
circunferencia… que en su centro —punto mágico que determina
ángulos y perspectivas— contiene una sombra, un
instinto, una silueta, un amor, una percepción de ser desencontrado…. (No diré: «de amor imposible», porque en definitiva… todos los amores lo son.)
Escribe nuestra poeta:
A
cada lado de esas manos hay un nudo,
rémora del recuerdo.
En
la punta de cada cabello hay motivos
que hielan como el escozor de
las agujas
y en cada uno de sus bordes te
eriges
negando la verdad de que no
existes.
Como si
dijera, providencialmente: «Solo prevalecen, o son, los amores que
fueron». Y también:
Esos sueños giran en espiral
como el lugar que recorren,
te encuentran con los pies al
frente
inventando la travesía que ya
no es posible
porque el intento va delante
tuyo.
Órbita de la inquietud, libro que a todos nos conmina, como dijimos, es historia
de vívidas sensaciones, borbotón de
respuestas emocionales, intelectuales y psíquicas que se resuelven en enunciados de aparentes contradicciones y
resueltas tautologías. Traduciremos aquí al lenguaje ordinario el substrato de
tales proposiciones, al menos de algunas:
a) Como
el tiempo, te marchas y permaneces;
b) Como
mi propia mano, existes porque existo;
c) Como
las sombras, apareces y te desvaneces…
Tal el torrente
poético… Y cito:
Esos árboles que vienen
con los hombros en pedazos
traen una historia de buitres consigo.
Se aproximan husmeando por tu
sombra
y cuando te alcanzan te lían por el torso.
Por tu talle sin huesos se derraman
hasta enredarse a los pies de la espera.
Tanto aprietan que silencian,
estiran, sacuden y te empujan
a encontrar la pared o la caída.
En cuanto al aspecto técnico, notorio
en Claribel Díaz es el uso consistente de la paradoja como recurso estilístico.
Así, como elemento de forma, lo vería un estudioso de la retórica. Yo quiero
ver, y veo, en la paradoja una piedra angular del discurso poético, una columna
fundacional colocada en el mismo rango (¡y sospecho que en otro aún más
privilegiado!) de aquel que los
tratadistas han asignado al ritmo o a la metáfora. La paradoja, decididamente,
es esencia del discurso poético. Todo poema, en sí, siguiendo al punto con las
definiciones, es una paradoja. Ella nos distancia de los criterios y opiniones
del hombre diario, funda el poema y lo sostiene. No existe poema sin paradoja.
Sólo son inteligibles cabalmente fenómenos y cosas del mundo supraconsciente al
través de ese rejuego misterioso encerrado en el contrasentido, zona de convergencia
entre el ser y el no ser, entre la lógica y el absurdo, entre lo que pasa y lo
que permanece, entre la ausencia y la ubicuidad. Por ella, la poesía se atreve
a nombrar; sin ella, quedaría en aproximaciones, en franco merodear de siluetas
y contornos.
Y en ella (en la paradoja) desborda nuestra poeta su maestría:
Todo lo que me circunda está lejos
como el eco de tantas voces que se apagan.
(Imposibilidad
de los días)
…en el mismo centro de lo
efímero
gravita la eternidad.
(Imagen del escrutinio)
– ¿Y esa pausa?
Esa pausa no es un respiro,
es una prisa.
(Incertidumbre)
Estás cerca y no te encuentro
pues ando dando vueltas
entre lo conocido y lo
extraño.
(Imprecisión en el
peldaño)
Innombrable, | eres el
nombre.
(Desde la poesía)
Órbita de la inquietud comprende en realidad tres órbitas superpuestas, las
tres secciones en que se divide la obra: Órbita
del ser, Órbita del tiempo, y Órbita de la inquietud, que da título al
libro. Representan un recorrido lógico sobre el cual podría elaborarse el
presente axioma: «El ser en el tiempo genera una inquietud», o lo que es igual,
esta vez expresado en forma de ecuación matemática creada con convencido asomo
de inexorabilidad:
Ser + Tiempo ═ Inquietud
Inquietud
existencial que Claribel Díaz sabe expresar en lenguaje depurado. Hallémosla,
si no, devolviendo el silencio «como al temblor que se congela en la frente/ o
como a la gota que se equilibra/ en el vértice de una espada.» Expresión virgen, impoluta… ¿debo explicarlo?,
que no ha sido tocada por las manos impúdicas de la ordinariez o la
cotidianidad.
Inquietud
espiritual, carnal a veces, que aspira a precisar el lugar de su existencia.
Nos dice este poema extraordinario, A contraluz:
Desposeída, extraviada, | con
otra piel y con otro rostro | me despierto.
Vuelvo al resquicio de la
memoria, | a la palabra, | a la urgencia ineludible de tu boca, | al desvarío o
a la pregunta: | por qué no soy si te presiento.
Nótese
la final interrogación; interrogación que desenvuelve y desafía la clásica deducción cartesiana, la
que hallaremos — ¡prístina! — al hacer ejercicios
de lógica inductiva. Pero, para allanar las cosas, y para seguir a la poeta, y
para preservar la magia de los encantos estéticos, extendamos aún más la deducción
original:
Cogito, ergo sum… Pienso, luego existo… Siento, luego existo…
Presiento, luego existo… Amo, luego existo… Entonces, ¿por qué no soy cuando te presiento, cuando te amo y
cuando existo?
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