domingo, 26 de julio de 2020

HISTORIA DEL NIÑO RENÉ ROSALES Y DE LA FLAUTA ENCANTADA *

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 Nota: Pulsando el enlace arriba indicado podrá leer Historia del niño René Rosales y de la flauta encantada, de Leopoldo Minaya, en forma de libro digital cuyas páginas ruedan a la derecha y a la izquierda como en el libro físico. En ordenadores de escritorio y otros artefactos de pantalla agrandada resulta más cómoda su lectura, según mi propia experiencia. Puede leerse igualmente en teléfono portátil, aunque no tan cómodamente. Si desea leerlo en este blog, continúe abajo, luego de la portada.








Historia del niño 
René Rosales
de la flauta encantada





  Leopoldo Minaya




Historia del niño René Rosales
y de la flauta encantada
© Leopoldo Minaya y sucesores, 2001, 2020.
Segunda edición
ISBN 13
978-9945-8620-2-7
ISBN 10
9945-8620-2-2
Texto completo: Leopoldo Minaya
Diseño portada: Leopoldo Minaya
Dibujo portada: B. Brito

Isla de Santo Domingo, 2020.

Prohibida la reproducción a menos que sea
parcial y con fines didácticos, culturales o
literarios.

Aviso: La presente edición ha sido revisada personalmente por el 

autor, que la establece como versión original, legítima, auténtica y definitiva, y 

debe preferirse ante toda otra publicación electrónica o impresa de cualquier 

fecha anterior al 19 de agosto de 2019, y aun posterior a tal fecha.  Se 

recomienda a lectores, estudiosos, críticos y antólogos utilizar 

las funciones «copiar» y «pegar» para conservar la integridad morfológica y

ortográfica de la obra en su uso o divulgación eventual.












*Para Àlvar Minaya

*Para Rafael Peralta Romero






Historia del niño 
René Rosales
y de la flauta encantada





 Leopoldo Minaya




El niño René Rosales,
el de las manos rosadas,
aprendió a tocar la flauta...
¡qué bien la flauta tocaba!

Sentado en su banquetita,
el niño René soñaba
que ya de grande sería
el que mejor la tocara.

Tocaba en días de fiesta...
¡y hasta en las clases tocaba!;
llenó de música todos
los rinconcitos de Nagua.

Llegaban mil pajaritos
al soplo de la mañana:
borrachos de melodía
a su alrededor volaban.

Los hombres iban al campo
y cumplían la jornada;
sentado en su banquetita,
el niño René soñaba.

Las madres, que en sus tejidos
o en el hogar se ocupaban,
descansaban a las cinco...
René Rosales tocaba.

Yendo a la escuela, y viniendo,
con su hermano y con su hermana,
todo el trayecto René,
el gran flautista, tocaba.

«Aquí nació otro gran músico
para el orgullo de Nagua,
mas no con acordeón,
sino con candor y flauta»,
la gente por los caminos
decía maravillada.

Así, hasta San Francisco
y Sánchez y Puerto Plata
y Las Terrenas... corría
de boca en boca su fama.

              *          *
                    *

     PARTE II

—¿Por qué se ve a tanta gente
aglomerarse en la plaza?

—Porque hoy celebra el nagüero
su Día de la Altagracia.

Católicos practicantes
van a la misa temprana;
oficia el padre Emiliano
con su sotana bordada.

Luego, fiesta y alegría:
tambores, güiros, maracas,
resueltos acordeones,
marimbas, tubas, guitarras.

Desde el puente de Soldado
tres procesiones arrancan
y en las tres se ha visto al niño
René, se ha visto la flauta...

Sopla, sopla... y embellece
al punto las alabanzas,
que suben hasta los cielos
prendidas de las plegarias.

...Y del ritmo que fluía,
subía y se tramontaba...
caían copos de nieve,
capullos de flores blancas.

—¡Padre Emiliano Tardif,
mire qué cosa más rara:
en el brasero del trópico
cae una nieve sagrada!

—¡Padre Emiliano Tardif,
al despuntar de esta flauta
y al accionar de esta nieve
sordos oyen, ciegos andan...!

Cojos ardientes de júbilo
fueron a dar a Telanza;
mudos cantaban a coro
el magníficat, por gracia.

(...Al suceso se le asigna
una especial relevancia
por ser la única vez
que cayera nieve en Nagua.)

               *          *
                     *

   PARTE III

Se oía un rumor de cerro,
piedra, viento, cielo y agua,
como un rayo que partía
las lomas de Caya Clara.

Rocas rudas, piedras vivas,
peñas dulces, conchas malvas,
caminos despavoridos,
rumor de arena y de playa.

Por las colinas azules,
franqueando las alambradas,
una insondable figura
relucía y cabalgaba.
Se guarda con una pluma,
no con florete ni espada.

—¿Quién eres?

                          —Soy el misterio
sediento de las palabras...

—¿Qué buscas?

                          —Busco a René,
que vive al sur de La Arcángela,
el balneario de rocas
sumido entre las montañas...
Con su música y mi canto
haremos en consonancia
el himno en que fraternicen
todas las almas humanas.

Así dijo; y, ondeante
su capa tornasolada,
marchose a todo galope
en su caballo de plata.

               *          *
                      *

PARTE IV

Pero diciembre, con lluvias,
se nos llevó la esperanza:

el prodigioso René
el Flautista, enfermaba.

Rápidamente, sin tiempo
de que el doctor se explicara,
las altas fiebres, la tos,
imponían sus palabras.

La hermana pedía al Divino
por su hermanito del alma;
en cada rincón la madre
lloraba desconsolada;
el padre, hundido en la pena,
un ataúd fabricaba...

               *          *
                      *

PARTE V

El niño René fue al cielo
un lunes en la mañana,
mientras el sol –como siempre–
entraba por las ventanas;
guardaron todos silencio...

pero la flauta tocaba.

A la salida del templo
el ataúd resaltaba;
un cántico de tristeza
la multitud entonaba;
después calláronse todos...

pero la flauta tocaba.

El enterrador abría
la tumba, hundiendo su pala;
el cura alzaba la voz
porque el sonido no ahogara
lo que decía... y se dijo:

“¿Por qué esta flauta no calla?”

...Así pasaron los meses
y semana tras semana
notas de flauta fluían
los lunes en la mañana.

Cuando diciembre de nuevo
su trajinar asomaba
por el nordeste, la gente
del pueblo no se explicaba
que, a un año de muerto el niño
René, la flauta tocara.

Y un hombre contemplativo,
de muchos años y barbas,
opinó:
          —Solo un poeta,
que sabe cosas del alma
y habla a los dioses, podrá
alguna vez descifrarla.

Vieron venir a un poeta,
un tal Leopoldo Minaya,
que habló a la flauta, y le dijo:

—¡Dinos, flauta, lo que cantas!
Si quieres decirnos algo,
entenderé tus palabras...

La flauta respondió entonces
de la manera más llana:

—No entono canto ninguno
ni quiero decirles nada:
yo estoy llorando a René
y a sus manitas rosadas.

               *          *
                      *

       Epílogo

Jesús López, catequista
de vocación misionera,
fue nombrado en aquel tiempo
presidente de Asamblea...

Emprendió un peregrinaje
desde El Factor... y en Las Cejas,
cortando los arrozales,
halló un puente de madera.

(Era el puente sobre el Yuna
de tablones y traviesas,
a un palmo de la casita
que Pancho Mora viviera.)

Jesús López, catequista
de inspiración misionera,
levitando sobre el río,
le pone fin a su prédica:

“Hermanos, ¡las maravillas
que hemos visto como Iglesia!
Nieve sagrada, milagros,
misterios..., ¡de qué manera
la Madre nos comunica
su Alta y viva presencia!

«Vivid en paz, como hermanos,
trataos con indulgencia,
y que os alumbre la lumbre
que emana de la conciencia...

«Idos tranquilos, vivid
en sana correspondencia;
haced de la vida un cántico,
una jornada fraterna...

«Y.... si piensan en René
no lloren ni se entristezcan

...porque él era solo un ángel
que pasaba por la Tierra».



jueves, 23 de julio de 2020

LOS CANTOS SAGRADOS y otros poemas *

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Nota: Pulsando el enlace arriba indicado podrá leer Los cantos sagrados, de Leopoldo Minaya, en forma de libro digital cuyas páginas ruedan a la derecha y a la izquierda como en el libro físico. En ordenadores de escritorio y otros artefactos de pantalla agrandada resulta más cómoda su lectura, según mi propia experiencia. Puede leerse igualmente en teléfono portátil, aunque no tan cómodamente. Si desea leerlo en este blog, continúe abajo, luego de la portada.








 LOS CANTOS SAGRADOS





      LEOPOLDO MINAYA







Portada:
Eugène Delacroix, «Milton dicta a sus hijas El paraíso perdido», detalle, aceite sobre lona, circa 1826.

Tercera edición revisada por el autor, Julio 1, 2020

Copyright:
Leopoldo Minaya y sucesores
Príncipe Editorial 2019
New York, USA.




   LOS CANTOS SAGRADOS





          LEOPOLDO MINAYA













                Palabras liminares
   Los cantos sagrados han ido apareciendo subrepticiamente al través del tiempo en mis obrillas literarias. Este volumen, que se denomina concretamente Los cantos sagrados, está constituido primeramente por cinco efusiones y raptos (con su correspondiente revelación), hasta ahora inéditos como libro; por once versiones esenciales libres de salmos del rey David et al., y por trabajos recogidos de libros anteriores como La hora llena y Preeminencia del tiempo, a los que denomino aquí —a todas luces inapropiadamente— «otros poemas».
  Las versiones esenciales libres de los salmos de David intentan atenuar el paralelismo  —conocido sistema de versificación de la lengua hebrea— y afirmar el versolibrismo o el isosilabismo propios de la versificación romance. Quieren ofrecer al hombre de lengua castellana una versión fácilmente memorizable y para nada ociosa de esos milenarios cantos. La «Biblia del oso», la traducción del español Casiodoro de Reina, fue el punto de partida de estos tal vez inútiles esfuerzos.
   Frente al bien, establecido por Platón como virtud cardinal, y frente a la belleza (instituida por los poetas como aspiración esencial), el sujeto lírico de esta obrilla apunta a la Verdad como bien y belleza supremos. La pintura de Delacroix en portada, que representa a Milton dictando a sus hijas El paraíso perdido, atiende a la analogía siguiente: por la desobediencia, según la Biblia, refrendada por el poeta inglés, el hombre pierde el Paraíso originario; por la estulticia… pierde el hombre el disfrute del último reducto de ese Paraíso, que es la vida sobre la Tierra, siempre según la opinión del antedicho sujeto lírico. 
  l. m.












Arrebátame la toga y el bastón, Señor

Arrebátame la toga y el bastón, Señor, dame una azada
de hierro voluntarioso para labrar la tierra:
válgame de las manos resueltas y anodinas
antes que de palabra servil o mentirosa.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
                      
¿Os parece justa la ley? ¿parece justa?
¡No cedáis ante la trampa de las apariencias!
Ignora el hombre la niveladora justicia de las aguas,
contradice el empuje de la ciega raíz…

La ley es la voluntad escrita de los poderosos
y su excepción es la voluntad no escrita de los poderosos,
y he de decírtelo, Dios, con expresiones rectas,
sin atavíos ni floreos, sin subvertir sintaxis,
sin pretender pontificar en… o desde el lenguaje
como hacen los artistas de la gala o el estilo;
mas, ¿he de llegar a ti con tales artificios...?,
¿a ti, que eres Maestro en todos los idiomas?,
¿a ti, que eres señor de todas las palabras?
La Verdad es la belleza inmanente, la belleza eminente,
la belleza evidente, la belleza quiescente...
¿y quién es ese que ha dicho: «La belleza no cabe en el poema
ni en la oración»?

Arráncame la vara, los símbolos de autoridad; dame un arado
de acero trabajoso para vetear la tierra.
Oblígame a plantar, Señor, produzca el cieno
el milagro del arroz, el eco de los pájaros…
Porque todo poder del hombre se sustenta en el engaño,
en su capacidad de engaño reside su «grandeza».
Divídese el mundo puntualmente
entre los que imponen el engaño por concupiscencia
y los que aceptan la artimaña por provecho
o debilidad.

¿Cuándo dirás, Dios mío: «Tomaré la Tierra
y la haré volver a sus orígenes, la haré temblar,
removerela desde sus cimientos,
para que haya verdad de nuevo entre expansión y expansión
como fuera al albor, en los inicios,
antes de la dominación desmedida de la cosa,
antes del fuego y el heno, del resplandor terrible
de la conflagración,
antes de que alejárase el extremo del extremo
de la pizarra inmunda
y la negociación dolorosa del pecado»?

El hombre no tiene fe en ti, aunque lo diga;
no tengas fe en el hombre.

Cuando juremos buscarte,
no nos creas;
cuando aseguremos servirte,
no nos creas;
y si abrimos la boca
no nos creas.
¡No nos creas, no nos creas, no nos creas…!

Oh, Señor, como se corta un hilo
con tijeras deslumbrantes de tan nuevas,
¡por la sola dispensación de tu vasta Misericordia!,
por qué no quitas al hombre el libre albedrío,
haciéndolo obrar según tu Voluntad
para que adquiera encanto de olorosa madera,
y el júbilo se adentre en el redoble,
y nos redimas,
y amemos y abracemos y cantemos,
y nos salves a nosotros de nosotros…







Acuérdate, Señor

Acuérdate, Señor, del hombre humilde
al que no dejan vivir sobre la tierra.
Mira sus esperanzas: las ha posado en ti.
No dejes ser tu mundo confín de la injusticia,
ánfora hueca, vacía de Principios.
Apiádate de aquel a quien se dificulta conseguir su pan
y el sustento de sus hijos entre la maldad y la apatía
trocadas en egoísmo destructor.
Guarda al que llaman «extranjero» y se desplaza con pasos precarios
en un círculo ruin de acerada indiferencia.
Saca, oh Señor, la belleza del poema,
la belleza de las vastedades,
y préndelas del corazón humano
para que diga el opresor:
«He comido bastante y he bebido bastante;
dejaré comer y beber a mis hermanos,
porque toda ganancia excesiva es mal habida
y es por naturaleza y peso propio afrenta contra Dios»;
y suceda que comen y beben los hermanos
solo hasta el punto de saciar su hambre
y de anular su sed
y no toman más de la porción debida, 
y no se hacen indignos de la compasión con insolencias.
Manda, Señor, sentido de la equidad entre los hombres,
conciencia de su pequeñez, conciencia de su brevedad,
conciencia de su condición perecedera...
¡Líbranos del cinturón de la avaricia!
¿Cómo ha de acumular un hombre, Señor,
lo que no ha de gastar en doce vidas,
en ocho vidas, en cien vidas, o hasta
en dos y media y hasta en dos?
Conduélete de la Humanidad, Señor, alejada de tus leyes,
adicta a sus leyes propias, sentando la iniquidad
como la norma.
Dale, Dios mío, un día al hombre
un golpe seco con un leño seco
y párteselo en dos sobre la cabeza
para que pueda ver su necedad
al exhibir derroche frente a los hambrientos
y vestir desmanes frente a los desabrigados.
Acuérdate, Señor, del hombre humilde
al que no prestan atención cuando se expresa
ahogado por la timidez
porque a sus palabras no encuentran importancia,
antes dicen: «¿Y este, qué nos puede dar?
¿acaso pretendéis que nos detengamos a escucharle o a aplaudir
sin expectativas de logros?
Mejor nos alejaremos, no se cierna su pobreza sobre nosotros
o le urja algún favor nuestro».
Rompe, Señor, la indolencia y la plebeyez
y haznos dignos partícipes de tu Pan.
Oh, Supremo Dador, fe y única y última
esperanza mía,
bien sé que eres infinito
y todo lo sometes y todo lo gobiernas
y que en tu gran Altitud tendrás tu Plan
que mi humano corazón no alcanza comprender a plenitud,
perdona o castiga mi propia necedad,
perdona si te ofenden mis palabras,
pero un día persigue al perseguidor, oprime al opresor,
roba al ladrón, juzga al juez, calla a los que callan,
ponles leyes a quienes ponen leyes, haz confesar al confesor,
somete a los abusadores y levanta a los seres maltratados...
y vencidos...
sin encimarlos, para que no se revierta la opresión
y porque todo hombre encimado es una plaga.

Así lo pido, Señor, y si lo quieres,
y si te place, y sin que te acuse,
castígame con lo merecido si esta oración sumisa constituye
una blasfemia, con lo que
–además de al ostracismo a que me condenarán los hombres-
me iría tranquilo y para siempre al fuego del infierno.










La voz del ángel

   A don Rodolfo Coiscou Weber, Nikolay Petrovich, R. M. Rilke y Rafael Arberti, oteadores de ángeles.

Entonces habló el ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y sentí lástima de mí):

     «Dios es uno,
     Dios es múltiple;
     Dios es el Uno Múltiple;
     Él comprende y envuelve
     cada expansión».

E inquirí,
y se me dijo: «Aguarda;
aromatiza el incienso; adhiere la pez rubia».


Entonces habló el ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y sentí vergüenza de mí mismo
e intenté taparme
con mi capa):

     «El Uno es la dualidad
     espaciotemporal,
     el haz y el envés
    —concreción y abstracción—,
     y las tres dimensiones presenciales,
     y la cuarta dimensión y el resto
     de las dimensiones».

(Y elevé hasta Dios mi súplica como quien sopla el pífano,
como quien tensa un arco para impulsar la flecha.)


Entonces habló el ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y como un reptil
quise arrastrarme entre las peñas):

     «Dios es el círculo sin bordes,
     lo lleno y lo vacío,
     fragmentada entereza de conjunto;
     Él es la curva y la recta,
     el punto y la suma infinita
    de los infinitos puntos…»


E inquirí nueva vez
y fuéronme mostrados los rostros de la Tierra,
y vi desde un ábside los rostros de la Tierra,
y vi miedo y pavor en los rostros de la Tierra;
y vi las cimas rocosas y el ademán de las cascadas,
los lagos urentes y elusivos,
las masas de agua y las gélidas regiones…
y las templadas regiones, y las secas regiones
entre pirámides de aristas y repechos
donde el Sol pega como una serpiente
y la serpiente pega como un látigo;
y oí el aullido del lobo de la noche,
mientras bullía el boato especular del día…

¡He aquí la Tierra como punto entre infinitos puntos
dispuesta a abrirme sus puntos interiores…
desde el escalón de las islas hasta el tanteo glaciar
y el canto endoselado de las perpetuas nieves…!

¡Ay de mí si cayese de tan alto,
ay de mí si una potencia no me sostuviera!

Y vi las oleadas humanas posarse en desorden
en el bancal de los evos,
atrayéndose y repeliéndose, atrayéndose y repeliéndose,
atrayéndose y repeliéndose;
y vi las coronas y cetros de los hombres,
sus «honores» y «glorias», «galardones» y «triunfos»:
anillos y guirnaldas
y mitras y mandos y blasones;
y vi la testa erguida y la acuciante doblez,
la voracidad del instinto y el apetito insaciable,
la garra y la iniquidad,
la estulticia y la frivolidad,
la sandez y la vanidad,
y he dicho: «¿Y cuál es ese monstruo que serpentea
y al colear se flagela y se destruye a sí mismo,
ese que mortifica 
su sangre a latigazos?»

Y vi los astros en rotación,
el balanceo nodal de las esferas,
moviéndome sin peso ni gravedad,
con movimientos rítmicos, veloces o pausados,
o apoyándome en un recodo de la inmensidad abierta,
y dije: «¡Tanta magnificencia y tanta prodigalidad
para tanta ruina moral entre nosotros!
¡Tanta perfección y tanta pulcritud
para que viva yo tan lleno de pecados!
¡Tanta luz y tanta claridad
para que escojamos vivir en las tinieblas!»

¡Ah, pobre humanidad de pugilatos y luchas miserables!

Y dije: «Mira esta estrella que está aquí
—como roca endulzada—  ante mis ojos:
seguramente no sabe que está aquí,
expuesta al chorreo de miríadas de siglos,
fluyendo entre las cosas que no han sido nombradas…»

Y he dicho:
«¡Oh, Señor, aléjame de la indolente multitud y de sus vicios,
de sus costumbres bárbaras,
de su insaciable deseo de "honores" y "grandezas";
aléjame de todo lo horroroso ante tus ojos,
del pecado y de la maldad, de la astucia y del fingimiento,
de la impudicia y de la avaricia…!
¡No sea yo para ti motivo de vergüenza,
inconformidad o enojo…
porque grande es la desgracia de quien te siente Ausente,
privándose de la Absoluta y Eternal Inmanencia!»

Entonces me habló el ángel,
y oí,
y sus palabras cerraron el abismo:

      «¡Ejercítate en la piedad,
     mírate y mira a los hombres
     con compasión
     porque es irrecusable el dicterio de los símbolos,
     porque la bondad y la maldad son las galgas de medir,
     y porque no hay nada sobre los cielos
     ni bajo el tapiz de los cielos
     que se iguale a la Misericordia!»
















Dios y los hombres

Dios es Dios. Él desborda las doctrinas
y los dogmas de fe, y toda idea
referida a su Él nada lo engloba,
lo comprende o designa: es solo idea.

Dios es más. Él es Él, transparentado,
substanciado en su Yo, y en la natura
simbolizado:
                      ¡Oh fe de religiones,
ofreces solo muestras de culturas

humanas, con sus libros y aprensiones
(adorados, hurgados, magullados)
al fluir de las «civilizaciones»!

La Verdad se desgaja: Es todo credo
-más allá de liturgias y sermones-
parejamente falso y verdadero.












Tríptico
«Envejezco» (Señor, te doy las gracias)
y «declino» (Señor, te doy las gracias:
muy más cerca de ti, mucho más cerca…)

Me «marginan» (Señor, te doy las gracias)
y me «agreden» (Señor, te doy las gracias:
muy más digno de ti, mucho más digno…)

«Empobrezco» (Señor, te doy las gracias)
y me «arruino» (Señor, te doy las gracias;
haz que roben mis oros los inicuos).














Versiones esenciales 
libres
de los salmos de David 
et al.









Dichoso el hombre…
(Evocación esencial libre del Salmo 1 de David  et al.)

Dichoso el hombre que no anduvo
en compañía de los inicuos,
que en el camino del pecador
no se ha parado,
que en el asiento del burlador
no se ha sentado;
antes bien lo deleita la ley de su Creador,
la lee día y noche en baja voz
hasta llegar a ser
como el árbol plantado a la orilla de los ríos:
dará su propio fruto en su estación
—perenne entre su fronda y su follaje—
y en todo cuanto haga
tendrá éxito.

Los inicuos
                     no son así,
ellos son como el tamo empujado por el viento,
no se pondrán de pie cuando haya juicio,
no se pondrán de pie por pecadores…
porque Dios insufla vida al camino de los justos
pero el mismísimo camino del inicuo
perecerá.






¿Por qué riñen entre ellas las naciones?
(Evocación esencial libre del Salmo 2 de David et al.)

¿Por qué riñen  entre ellas las naciones 
y arguyen y se oponen alegatos vacíos?

Los reyes de la tierra
                                     imponen su parecer,
sus altos funcionarios
                             blasfeman contra Dios,
blasfeman contra su elegido:

«Rompamos sus ataduras
y echemos su yugo de nosotros», dicen.

Pero Dios mismo se reirá en su cielo,
los escarnecerá, 
les hablará en su cólera,
y así, con desagrado, los confundirá:

«Yo, sí, Yo
 he consagrado a mi rey; 
sí, Yo, sí,
 he venido a ser su Padre».

Oh, naciones y reyes de la tierra,
sirvan a Dios con agrado y temor santo,
déjense asesorar y sed sensatos,
besad al hijo, hallad refugio en él,
o los enfrentará mi Dios contra su hierro,
como a un vaso frágil los hará añicos,
los hará perecer en el camino
pues su cólera se enciende fácilmente...








Eres mi escudo protector
(Evocación esencial libre del Salmo 3 de David et al.)

Señor,
¿por qué se ha acrecentado el número
de mis enemigos?

Muchos son los que ahora se alzan contra mí.
Ellos están diciendo de mi espíritu:
«No; Dios no podrá ser su salvación».

Pero Tú,  ¡oh Dios!, eres mi escudo protector,
eres mi gloria y eres
quien trae levantada mi cabeza…

De diez mil personas que se formen contra mí
no temeré;
con mi voz clamaré al Señor mismo
Y Él me responderá desde su cielo.

Tranquilamente me pondré a dormir,
confiado en el seguro despertar
porque Tú, Señor, me sigues sosteniendo…

Levántate, sí, Dios de los cielos;
sálvame, sacude al enemigo…

Toda salvación de ti proviene.
La bendición ya está sobre tu pueblo…





Cuando llame, respóndeme…
(Evocación esencial libre del Salmo 4 de David et al.)

Cuando llame, respóndeme,   ¡oh Dios salvador!
En mi angustia yo espero tu respaldo,
compadécete, escucha mi oración.

Hombres,
¿hasta cuándo sabré de sus insultos?
Entre sus labios aflora la mentira,
pero distingue Dios al que le sigue
y Él me escucha las veces que le llamo.

Temblad, temed, mas no pequéis…
Abierto entero el corazón, callad,
confiad en Dios: su rostro nos alumbra…

En paz me acostaré y en paz me dormiré
porque Tú, porque Tú solo, me das seguridad.










A mis súplicas fervientes presta oído
(Evocación esencial libre del Salmo 5 de David et al.)

A mis súplicas fervientes presta oído,
y al suave musitar de mis plegarias.
Escucha mis suspiros, mi clamor, y ayúdame
¡oh Rey mío y Señor mío,
oh Dios!

De mañana oirás mi voz,
a ti muy de mañana dirigiré mis palabras
porque Tú no eres el Dios de los inicuos
y nadie malo puede ser parte de ti:
ni el jactancioso, ni el malvado,
ni el estafador, ni el mentiroso,
ni el homicida, ¡a todos los detestas…!

Pero yo, por casusa de tu bondad y tu amor,
entraré en tu casa, entraré en tu Santo Templo
 y te haré reverencias…

Los que en ti se refugian serán recompensados,
hasta el fin de los tiempos irán gozosamente,
Tú los bendecirás porque claman tu Nombre
y Tú los cubrirás con tu gigante escudo…







No me reprendas en tu cólera
(Evocación esencial libre del Salmo 6 de David et al.)

Señor, no me reprendas en tu cólera,
no me censures en tu furia;
favoréceme, en cambio, que estoy desfalleciendo;
heme aquí confundido,  mi alma avergonzada.

Hasta cuándo, mi Dios, pregunto yo hasta cuándo,
hasta cuándo sufrirá mi alma perturbada,
hasta cuándo mis huesos…, hasta cuándo mis lágrimas…
¡Sálvame por causa de tu gran compasión!

Por gemir,  por suspirar, ya luzco fatigado,
ya luzco envejecido por las hostilidades…
Muy débil  y con lágrimas me ves junto a la muerte
pero si muero, Dios, ¿cómo podré alabarte?

Apártense de mí, malignos y malvados,
porque el Dios amoroso mis ruegos escuchó…
¡Todos mis enemigos serán avergonzados,
quedarán perturbados y atrás se volverán!
















Con todo mi corazón
(Evocación esencial libre del Salmo 9 de David et al.)

Te alabaré, Señor, con todo mi corazón
y así declararé tus maravillas.
Con melodía entonaré tus himnos,
¡oh, Altísimo!

Te has sentando en el trono de los justos,
juzgarás la tierra productiva,
someterás a juicio a las naciones
y Tú
serás la redención del oprimido,
serás el Altiplano
porque nunca olvidas Tú el clamor del afligido.

Apiádate de mí, ¡oh Dios del cielo!,
mira cómo me afligen, levántame Dios mío.
¡Oh, Tú me estás librando de las puertas de la muerte
y yo gozoso pregono tus hechos encomiables!

Se hundieron las naciones en el hoyo que hicieron,
en la red que tendieron se entrampa su propio pie;
 yo digo que no siempre será olvidado el pobre
ni perecerá jamás la esperanza del manso.

Juzga a las naciones delante de tu rostro,
¡levántate Dios mío ante el hombre mortal!

Infúndeles temor, señálalos y júzgalos…
para que sepan, hombres, que solo hombres son.







¿Por qué te alejas y te escondes?
(Evocación esencial libre del Salmo 10 de David et al.)

Señor,  ¿por qué te alejas y te escondes?
El inicuo somete al afligido,
el inicuo blasfema contra ti,
afirma que no hay fuerza que le juzgue,
librado del dolor y la desgracia.

Se agazapa el malvado como fiera
y sobre el desdichado, presto, salta.

Pero Dios no se cubre con un velo:
desnudo está su rostro y todo ve.

¡Levántate, mi Dios, alza tu mano;
sostén la aspiración de los vencidos;
elévanos, alívianos, conságranos!
Pide cuenta al verdugo y que se pierda,
aborrece al inicuo y al malvado
porque eres la justicia de los huérfanos,
porque eres la razón del hombre manso
y eres Rey por los siglos de los siglos…
y no temes al hombre, hecho de barro.








En ti, por mi bien, me he refugiado
(Evocación esencial libre del Salmo 11 de David et al.)

En ti (por mi bien) me he refugiado:
los impíos doblan el arco,
                      preparan sus flechas,
apuntan a mi corazón.

Si están ya socavados los principios,
¿a qué se atendrá, Dios mío, el hombre justo?

Santo templo,  Dios mío, cielo y trono:
no concedas victoria a la violencia
que enredan en su alma los inicuos,
nazcan romas las puntas de sus flechas,
su odio,  su maldad no favorezcas… ;
antes, trampas, fuego, azufre, un viento  abrasador
y tu furia incontenible les cegarán los ojos
porque nadie impuro puede tocarte, Santo Espíritu,
y solo el hombre justo contemplará tu rostro…












¿Hasta cuándo, mi Dios, me olvidarás?
(Evocación esencial libre del Salmo 13 de David et al.)

¿Hasta cuándo, mi Dios, me olvidarás?  ¿hasta cuándo?
¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás? ¿hasta siempre?
¿Hasta cuándo tu rostro se apartará de mí?
¿Hasta cuándo, hasta cuándo padecerá mi alma?

¿Hasta cuándo el enemigo pisará sobre mí
y bloqueando mis pasos me hará trastabillar?
¿Hasta cuándo reirá, gozoso, frente a mí?
Respóndeme, Dios mío, ¿hasta cuándo?, responde.

…Porque yo por causa de tu amor he confiado
mi corazón devoto hallará tu salvación.
Te cantaré, mi Dios, te ensalzaré en mis salmos…
y, amoroso Tú, serás mi recompensa.











¿Quién morará?
(Evocación esencial libre del Salmo 15 de David et al.)

¿Quién morará en el santo cerro? ¿Quién
escoltará el Altar sagrado, a Dios?
—Aquel que por amor a la Justicia
empapa en la Verdad su corazón.-

Quien resiste maldad, y la calumnia
embiste con el filo de la hoz
forjada en las primicias del espíritu…
morará en la Presencia del Señor.

Aquel que, aun atrayéndose perjuicios
o el daño de los suyos, no cambió
el literal del recto testamento…

morará en la Presencia del Señor.
Apartados el lucro y el cohecho,
morará en la presencia del Señor.













Otros poemas

















LA PIEDRA EXISTENCIAL
   A Bruno Rosario Candelier

No soy la piedra que mató a Goliat
—a matar no me enseña el cristianismo—,
soy la piedra angular, soy basamento
bañado eternamente por un río.

Diversidad de piedras meteóricas,
alto y raro universo que respiro,
astros (lunas y soles y planetas)
que lucen, como dedos, sus anillos:
no soy la piedra de discordia.       
                                               En vano
arrimóse Satán a mis oídos.
¿Piedra filosofal?
                             ¡Nada tan bello!
¿Piedra de toque?
                            Duelo y esclavismo...
             
(Pero aquel que llegare hasta estas letras,
piedra filosofal es en sí mismo
—piedra filosofal que frote piedra
filosofal dará... oro macizo—,

y si hiciese brillar este poema,
colocando la piedra de su espíritu,
afirmando o negando o descreyendo,
será dueño de de sus símbolos

...y en completa equidad, pues corresponde
-cual tributo al ambiguo logaritmo
recargado en los hombros de los hombres-
otro tanto al azar
                    o a los designios.)









LA ODA SAGRADA
   A Ramón Emilio Reyes

Contamos las historias, las edades,
porque desembocamos en la luz,
porque al compás de desiguales años
quisimos ser caballos de más brío.

«Ser o no ser»: dilema de existencia,
discursea el hondón de los sentidos,
y en profesión de fe y de los comienzos
nos vamos, con franqueza, de las manos...

Pero es así:
                    si piensa la materia
y me interpela por tu voz el barro
nos revelamos primordial progenie,
un salpique de icor corre en tu mano.

Pero es así.
                Nosotros, tan anónimos,
tan calladitos a mitad del prado,
por una vez vencimos a la muerte...
¡Victoria excepcional! ¡Gloria es nacernos
...que el espíritu escupe eternidades!












LA CONFESIÓN REAL

—Hacerla de rodillas no es hacerla.
¿De qué sirve si Dios escucha a solas?
No hay confesión real si algo se oculta
bajo el ala secreta del secreto.

Con estruendosa voz suéltate ahora,
desbroza de una vez la telaraña,
di si a alguno robaste alguna cosa
o te nombró el pecado de la usura.

...si la carne llamó, y tú seguiste
su onceno mandamiento, si mentiste,
si engañaste, si heriste, si humillaste;

Pero dilo en voz alta, sepan todos
los infiernos que tú lo hiciste, sientan
el vendaval que emane de tu boca...

Echa fuera el silencio y el misterio,
haz que fluya tu río, nada ocultes
y por siempre libérate, ¡libérate!











TANTA MATERIA
   A Carmen Pérez Valerio

¿A quién le importará?
                                       Tanta materia
se desgrana en redor del universo...
¿A quién importará, ¡vasto infinito!,
la piedra echada al mar en nuestros juegos...?

¿A quién le importará? ¡Mejores días!
¡Cara o cruz! Ansiedad. Vivas palabras...
Y entre babeles y entre griteríos,
¿a quién importará la piedra ahogada?

Al soplo levantisco de una era
de burla al Prototipo -¡luz o flama!-,
y al resbalón de las ideologías,
¿a quién importará la piedra o nada?

—Al poeta...
                   Hilvana las palabras
-abalorios o piedras-. Son su credo.
¿Qué se escucha?
                             —¡Oh, dónde está mi curva
piedra que a cada instante echo de menos…?
¿Y dónde las rapsodias primordiales?
¿dónde la heroicidad de los sujetos?
¿Y dónde los amores entrañables?
¿echaron a volar tras los objetos?
¿Y cómo ha devenido la muralla
del honor en hurgado palimpsesto?
¡Areniscas, peñascos, gravas, tolvas,
conservad la Verdad y el Fundamento!
Hordas sordas, tropeles, torvas turbas
(quebrantáis todo sano mandamiento),
escuchad la canción que rueda a solas,
escuchad la Canción, verso y reverso:

♫♫♫…Desde el gesto ancestral en los menhires
sopla una eternidad que no es el viento…♫♫♫








GÉNESIS


—Estoy aquí
desde el Principio.

Soy el origen y la luz.

Soy el centro y la causa infinita.

Soy la razón de ser de la ecuación.

Soy la cuerda y el arco.

Soy el pez y la red.

Soy el eje del tiempo.

Soy el ir, y el volver....

Ni un repicar, ni un ángulo, ni un remover de un velo,
ni un sostener de alas ni un abatir primero,
fueron sombras creadas por la sombra....

Dije: «Sea» y apareció el misterio.
Dije: «Haya», y en floración fui nuevo.
Me esmeré hasta en el mínimo sorber de las raíces...

Con mi lento fluir, yo te sostengo.












 HIJO PRÓDIGO

—Corrí una vez al aire y me perdí en el viento.
Toqué profundos páramos y timbres sostenidos.
Pero he vuelto, Dador, y hoy heme aquí en tus brazos
recibiendo tu amor a torrentes, a ciegas...

¡Señálame! Tu dedo no acusa ni me quema:
empuja mi costado para que libre gire.
¡Acógeme, Hacedor, iguálame a los tuyos
y te diré del múltiple agradecer infinito!

¿El cielo no tembló? Todo caía en racimos.
Yo mismo rodé ciego, desolado, en pedazos...

¡Acorázame: lléname del néctar de tus rosas!
¡Húndeme en los abismos o a tu altura levántame!
















LA REFLEXIÓN DE SAULO

—Ya nunca blandiré palabras ni emociones.
Me iré a dormir muy lejos del jardín encendido.
Transformaré mis armas: las fundiré y con ellas
me haré yo la medalla para grabar mi sino.

¿Por qué me anduve siempre fijando letras muertas?
¿Por qué, como alfarero, me entretuve en el barro?
¿Por qué hube de esperar todo este tiempo, dígome,
cuando es mejor volverse para besar el látigo!

Yo me oía en la noche, zumbando en mis temores...
La oscuridad en su amplio costado me envolvía
hasta dejarme ciego en mi soledad austera...

Mas mi Damasco tiene su lógica escondida
porque, para el milagro de salvación entera,
estaba yo más ciego cuando dijiste: «Mira».







HIJO PRÓDIGO (2)

Todo lo puedo.
Regresar me ha dotado de fuerzas poderosas.
El hogar paterno me dio sentirme suyo...
y moraré tranquilo, enamorado eterno.

Cual cervatillo herido que vaga por los bosques
y remonta escarpadas colinas y se pierde,
gira en torno a malezas y breñares
y buscándose a gritos más se pierde,
y se agita y se espanta y más se pierde,
y se abstiene o se lanza y más se pierde,
así anduve, morando entre los hombres...
entre bestias ceñudas y sedientas
de riquezas, honores y oropeles.

...Fuime a beber al mar
                                   y en sus saladas aguas
me revelé incapaz de comprenderme a mí mismo,
y he vuelto a las descansos de los dulces arroyos
y de las claras fuentes y de los ríos límpidos...












RETABLO

Un corderillo solo
y herido entre los bosques...

Un corderillo solo
                         (podrá crecer la hierba),
la voz adolorida que clama entre sollozos:
«¡Regrésame, Pastor, a tus rebaños! ¡Ámame!»

Noventa y nueve tienes,
                         noventa y nueve balan.
Noventa y nueve veces te volverás en calma;
mas el próximo giro no te será apacible....
¡y yo esperando ardiente que tú me llames! ¡Llámame!

¿Cómo podré, yo solo, cruzar los altos muros?
Mi sino es perecer, perderme en la montaña...
¡Aborréceme tú, que con aborrecerme
tu espíritu de amor, me sentiré salvado!
                                                         
...Todo misericordia, me miras, me redimes,
y yo lloro y me quedo, como un niño, en tus brazos...








TÓCAME Y SÁLVAME

Habla en mi voz, en mí
dormita.
               Roja el alma,
entra en mi piel: sedúceme.
                                         Sintamos
el ardor de la lluvia, el amor, el abrazo.

¡Úsame, tómame, sacrifícame, sálvame,
posa en mí la pasión sin igual, desmedida!
¡Lléname, llévame, aromatízame, embriágame,
siénteme, hiéreme, pulverízame, sálvame!

Tú me escuchas. ¿Te atreves?
                      Tú me miras. ¿Avanzas?
¡Haz que brote el cantar más solemne, deshazme!
Pon tu pecho en mi pecho y el milagro concédeme:
¡morir por ti, por siempre, por lo perfecto! ¡Llágame!








ACTO DE CONTRICIÓN

Soy un hombre maldito. Yo debía
orientarme en sentido de tu huella,
Señor, seguirla fiel, errar con ella
y tras ella después plantar la mía.

¡Tanto pequé! Reí, mientras se abría
una llaga en tu pecho, mientras sella-
bamos la profecía de la estrella
que del cielo bajó hasta la agonía.

Otros siguieron firmes tus senderos,
los últimos se hicieron los primeros,
repartiendo el perdón y tus ayudas…

Dame tu redención, tu voz, amigo:
no soporto este peso, este castigo
de mis treinta monedas, como Judas.










EN LA MUERTE DE ABEL

Primero fue Caín antes que Dios
ordenara, marcara, dispusiera.
Antes que Adán, algo y nada fue Caín,
antes que el hecho

y mis propios abuelos (asumieron
la Creación y esta historia de sangre que contaron
entre nietos, bisnietos
y sobrinos

boquiabiertos:
tanta en sus labios sin peso ni espesor,
tanta la hondura)

Primero fue Caín antes que todo.
Y luego Dios, la voz de Dios, lo inevitable
de la voz de Dios…






























           APOCALIPSIS
Los siete sellos
los siete espíritus de Dios
en forma de siete lámparas
los siete ángeles /sus siete
trompetas respectivas
(las siete iglesias y el texto que leyeron
«Yo soy el primero y el último
como las letras A y Z»)
las siete últimas plagas
¿El apocalipsis
estuvo o estará?
Se sabe que
vendrá separación y un nuevo ordenamiento
y los hombres por partes se irán como vinieron.
Habrá inigualdad . Hablará la división.
                                     En la carne sana
penetrarán las armas y sana quedará
y al momento último
todo será cambiado
todo será demolido
y -¡al fin, al fin, al fin!- no quedará
piedra sobre piedra,
alma sobre alma,
suela sobre suelo.












_________________________
Leopoldo Minaya 
     Isla de Santo Domingo (noviembre 15, 1963). Estudió leyes y se recibió de doctor en derecho. Jurisconsulto. Cursó además una maestría en Educación Urbana en el estado de New York.

     Otras obras escritas y publicadas:

En el género infantil-juvenil:
     La canción de AngelinaHistoria de la doncella que fue a la guerra, Cuento de los dos quijotes, Historia del niño René Rosales y de la flauta encantada, El tiempo niño o El libro de Alexander, Romance del pastorcillo, El conde niño. También Charada al pie de la luna, obra de teatro para niños.

En el género Poesía: 
     Oscilación de péndulo, (1977-1981); Preeminencia del tiempo, (1983-1989); Preeminencia del tiempo y otros poemas, 1998; La hora llena (2007); Poemas imaginarios (2007), Los cantos sagrados y otros poemas (2019). 

Con El libro de la hormiga y Fabulilla de la isla de Santo Domingo o del halcón gerifalte y la zorra mañosa, el primero en prosa, el segundo en verso, incursiona en el difícil manejo de personajes que propenden a la crítica social y de la conducta humana (2020).

Tiene ensayos y comentarios críticos sobre temas literarios recogidos en Bosquejos de ensayos literarios.

Blog personal:
poemasdeleopoldominayablogspot.com





















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