Quería
soñar, amor,
que
en mis brazos te tenia.
Cerré
mis ojos y vi
de
blanco entera vestida
a
una dama blanca y bella
que
a ti se me parecía.
¿Por
dónde has entrado, amor?
¿Cómo
has entrado, mi vida,
si
tengo -cerradas- puertas,
ventanas
y celosías?
Y
ella respondió: —Yo soy
la
Muerte, que Dios te envía,
pues ya la suma del tiempo
le
dio el total de tus días.-
¡Ay, Muerte tan alevosa,
cobarde,
ruin, enemiga!
¡Y
a colmo te me disfrazas
tú
de la mujer querida!
…Por
quien engendró tus huesos,
déjame
vivir un día..
y así yo pueda sentir
por
última vez la dicha
de
ver mi amada y sus ojos
me
miren… como me miras.
«¡Un
día no puede ser!»,
tronó
la Muerte enseguida,
«en
ese espacio de tiempo
tres
mundos se acabarían;
una
hora te daré,
plazo
y punto de partida,
para
que vayas y cumplas
esa
voluntad pedida».
Si
deprisa me calzaba,
¡más deprisa me vestía!
—¡Ábreme
la puerta, amada,
ábreme
la puerta, vida!
—
¿Cómo te podré yo abrir
si
la ocasión no es propicia,
si
las doce de la noche
dio
el reloj de la capilla;
no
lo consiente mi padre,
mi
madre no está dormida
y
mis hermanos mayores
están
a la expectativa?
—
¡Si no me abres ahora,
ya
no me abrirás, querida!
La
Muerte me está buscando,
quiere
cobrarme la vida;
si
me escondiera en tu pelo…
¡de cierto la engañaría!
— ¡Ponte
bajo la ventana
donde
bordaba y cosía!;
te
echaré un cordón de seda
para
que vengas arriba,
y
si el cordón no alcanzara
mis
trenzas añadiría…-
Del
cordón tiro y… ¡se rompe!
La
Muerte, que allí venía,
me dijo: «¿Qué enamorado
engañarme a mí podría?
¡Rija mi ley porque ahora
la hora ya está cumplida!».
¡Eché a correr! ¡Campo abierto!
¡Volaba!, y con la estampida
caí, rodando, del lecho
maltrecho en el que dormía…
¡Oh, tiempo, vuelve al destiempo:
ya muerto, vuelvo a la vida…!
¡Oh, corazón, calma ahora
la fuerza con que latías!
¿Quería soñar? Soñé.
¡Nunca a soñar volvería!
El susto que así me diera
lo recuerdo….
todavía.
Esta versión escolar de 2007 alternaba el romance con fragmentos breves del teatro de Calderón. |