Portada segunda edición (2007) |
La hora llena
(poemas de amor, pasión, locura, redención y muerte)
LEOPOLDO MINAYA
©
Aviso 1: Leopoldo Minaya y sucesores, 2007, 2020.
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portada: Pietà (escultura), Miguel Ángel Buonarroti, 1498-1499
Príncipe Editorial
Príncipe Editorial
ESTUDIO PRELIMINAR
EL SIMBOLISMO TRASCENDENTE EN LA
POESÍA DE
LEOPOLDO MINAYA
«Un corderillo solo
y herido entre los bosques…»
(Leopoldo Minaya)
Leopoldo Minaya es una de las voces más
genuinas de la poesía dominicana contemporánea. Autor de hermosos
poemarios y diversos textos de narrativa infantil y teatro, ha incursionado en
la lírica con una energía emotiva, espiritual y dramática, que hace de la
palabra una llama de amor y de la vida una fuente de hermosura, verdad y
trascendencia.
Cuanto los antiguos griegos reflexionaron sobre
la poesía, que llamaron poiesis, ´creación´, sabían que estaban
hablando del fenómeno productivo que, mediante el concurso de la palabra,
gestaba una forma alternativa de la realidad, canalizada en sentimientos
estéticos con su verdad y su belleza dentro.
Se trata de una realidad verbal que funda un
decir con un sentido hermoso y trascendente. El hacedor de versos sabe
testimoniar, en forma lírica y simbólica, lo que en la vida sucede, revelando
lo que ha impactado su sensibilidad o su conciencia y, en tal virtud, puede
recrear, con el lenguaje de las imágenes y la connotación de los símbolos, lo
que mana de su corazón, dando cuenta de las verdades poéticas que su intuición
atrapa. Igualmente puede reproducir la dimensión interna y mística de lo
viviente, expresada con el fulgor de la belleza en su faceta hermosa y amable
del Mundo.
Al fijar mi atención en la obra literaria de
Leopoldo Minaya, aprecio un trabajo creador con una calidad poética
representativa de la literatura dominicana contemporánea, por la belleza de su
forma y la hondura de su contenido.
Leopoldo Minaya llamó la atención con la
publicación de sus primeros poemas en los cuales pudimos apreciar la gestación
de una voz poética fresca y remozante. [i] El
presente estudio sobre su creación poética está centrado en La hora llena,
editado en 2007 en los Estados Unidos de América, donde actualmente reside el
poeta.
La poesía genuina constituye la expresión de
una visión lírica y estética de lo viviente. La visión poética se distingue
tanto de la visión científica, fundada en la certeza de una percepción objetiva
de lo real, como de la visión filosófica, basada en la reflexión sobre la
esencia de las cosas. La visión poética finca la certeza de su enunciado en una
intuición estética nutrida en lo real.
Desde luego, no siempre la expresión poética
cuenta con la calidad que postula el fenómeno lirico. Suele ser trivial la
poesía que describe la percepción de las cosas. La buena poesía recrea la
emoción y la verdad que la belleza produce en la sensibilidad. Y la poesía
superior expresa el encanto, el valor y el sentido simbólico y
trascendente que la belleza y el misterio despiertan en la conciencia. Esta
última es la creación de los grandes poetas que intuyen verdades profundas
expresadas con la emoción de lo viviente y la hondura de lo sublime.
En sus poemas, Leopoldo Minaya[ii] potencia
su caudalosa voz poética con el denso aliento creador y el entusiasmo fecundo
bajo la onda de espiritualidad y el acento emocional que la nostalgia de sus
versos concita. En su soneto Persistencia de la lluvia, el poeta
ausculta, bajo la frescura del agua, el sentido profundo que su sensibilidad
intuye y recrea:
Llueve. Llueve. Lo gris. La
transparencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.
Llueve. Llueve. Golpea con
insistencia
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.
Otro ruido no llega. Otro sonido
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.
Solo la lluvia hurgando la
vivencia...
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.
Leopoldo Minaya es un poeta abierto al doble influjo de la tradición clásica y
moderna de la literatura. Su creación lírica revela la huella de los
poetas de nuestra lengua y de los creadores trascendentes de la literatura
universal. La poesía moderna, a veces complicada y oscura, otras veces profunda
y simbólica, perfila con inusitado aliento las gemas interiores de la
imaginación lírica de un creador, que en el caso de Leopoldo Minaya, manifiesta
lo que enaltece la condición humana. La creación poética de Leopoldo Minaya,
consustanciada con la energía mística de lo viviente, se nutre de la belleza de
la Creación y el encanto del Misterio.
La alforja lírica de este valioso creador dominicano, impregnada de los veneros
románticos, simbolistas e interioristas, potencia la facundia creadora de
su limpia inspiración. Clásico por instinto y moderno por formación, todo en él
se aúna para hacer de su creación el cauce de una visión interiorizada y
trascendente. Fluyen en las diversas creaciones de este hacedor de
belleza el acento del versículo bíblico, la huella de las jarchas mozárabes y
el aire sutil de una voz milenaria que flota en sus imágenes sonoras y
elocuentes. [iii]
Piensa bien Leopoldo Minaya al decir que a menudo no entendemos el misterio de
la vida, en la que vagamos como sombras errantes, aunque cumpliendo siempre un
reto, una meta y un destino. No olvidemos que cada uno es el artífice de su
peculiar derrotero. El concepto de karma, que en sánscrito
significa “acción”, es el resultado de cuanto hacemos, puesto que toda
acción provoca una reacción. Por eso, quien actúa bien, recibe recompensa y
quien procede mal, cosecha un castigo inexorable. Tanto el cielo como el
infierno se entienden desde esa perspectiva mística. Somos el resultado de lo
que hacemos y a menudo realizamos lo que sentimos interiormente. De modo que,
con ese razonamiento, cada uno hace a su modo y manera su vida, ya que la
felicidad es el resultado de la paz interior, indispensable para la dicha, la
armonía y el sosiego. Por supuesto, desde la poesía y la ficción es difícil
orientar, pero la literatura ayuda a entender muchos fenómenos de la realidad,
así como también permite asumir una apropiada exégesis literaria cuando ha sido
concebida y plasmada con intención edificante y luminosa. La poesía de Leopoldo
Minaya sugiere el alcance de su contenido que ilumina la vida interior y
esclarece el sentido de la existencia humana.
Desde la dulzura y la paz que manan de su corazón limpio y generoso, nuestro
poeta proyecta una energía creadora y un entusiasmo contagioso que hace de su
lírica un caudal de sensaciones entrañables, al tiempo que encauza el aliento
gozoso de su sensibilidad fecunda.
La vertiente espiritual
y afectiva del numen creador de Leopoldo Minaya recrea el acento de una voz que
tiene el eco del infinito. El tiempo, la muerte, la vida, el amor y la pasión
son los temas que impregnan su poesía de un aliento angustioso y nostálgico,
pero al mismo tiempo reflexivo y liberador, que se alterna con los
saludables influjos de importantes autores de la literatura universal,
entre los cuales hay que mencionar los nombres de san Juan de la Cruz, fray
Luis de León, Francisco de Quevedo, Jorge Luis Borges, Antonio Machado,
Federico García Lorca y Constantino Cavafis, entre tantos creadores clásicos y
contemporáneos.
Cuando en un arranque
de inspiración quevediana, el poeta expresa: “Quien escribe estos versos no
comprende/ que es polvo, que es humo, que es ceniza”, no está sino potenciando
una tradición ascético-poética que actualiza con su aire de aeda y visionario.
Su potencia poética fragua una virtualidad genesíaca con belleza
interior y hondura mística, conforme apreciamos en “Humo humanidad”, juego de
palabras que aluden al étimo de base (humus significa “polvo”, “lodo”,
“tierra”), pues del vocablo humo se forma la palabra humanidad, que alude al “barro
que piensa”, según el decir lírico de Minaya.
Hablo del humo y hablo de lo humano,
hablando, en cada caso, por lo
mismo:
la relación del pez sobre el abismo
se implica en la ecuación, si das la
mano.
Va de intento: Timón cavó la gruta,
pues Pluto pereció, y fue
humillado...
¿No es a Pluto a quien buscan en tu
prado?
Y perder a un amigo, ¿no te enluta?
Al cabo del vaivén, nada es
eterno...
¿Y podremos decirlo los poetas
o decirlo el pintor con su paleta?
No todo es material, algo es eterno,
espíritu-espiral, voluta-criba,
desmembramiento humano que
trasciende
siendo humo (no pesa y se comprende
su vocación de andarse siempre
arriba).
Leopoldo Minaya canta
lo que estremece su sensibilidad con una amorosa visión de lo viviente y una
actitud empática ante lo real en cordial sintonía con la esencia espiritual del
mundo. Ese modo de ser y proceder hace que el verbo poético, impregnado de una
irradiación profunda, entusiasme y atice el vuelo del espíritu.
Leopoldo Minaya no es
un poeta superficial ni aéreo, sino un hondo escrutador de lo que sucede en la
vida. Centra su atención en el discurrir de lo existente y cala el sentido
prístino de lo viviente. Su talento creador otorga al poeta interiorista el poder
de explayar en su poesía la dimensión usualmente imperceptible de lo real, al
tiempo que subraya con fino humor y sutil ingenio la vertiente metafísica de lo
viviente. Así en “Muerte” explora la razón del designio insondable que aniquila
el soplo de la vida:
— ¿Qué impulso de la luz no se
detiene
si lo ordena el vacío
de tus ojos?
Ante ti, como al soplo, me
prosterno.
Ante ti, como en vado, me
arremango...
Abruptas crepitaciones del carbón...
¡Oh, la piedra que cae más severa!
Ya deshecho el costado, ¿dónde anda
lo que vi, lo que amé, y lo que
fuera!
Leopoldo Minaya
desarrolló la intuición de atrapar la dimensión singular de lo viviente, quizá
el signo distintivo de los creadores auténticos, por lo cual sabe expresar, con
su voz genuina y elocuente, el impacto que las cosas producen en el alma. Su
voz lírica canaliza el vínculo entrañable que el hombre establece con el
mundo mediante la concatenación espiritual de lo existente. En “Círculo” al
poeta le espeluzna el sentido de la vida:
—Entonces el bronce rodó por la
pendiente,
desenredando voces estridentes o
apagadas.
En profusión formaron la noche de
los tímpanos,
una a una contaron historias
verdaderas.
Una tras otra, otra tras otra, otras
tras otras,
manifestáronse mientras duraba la caída.
Porque aquel que era el cuarto en
orden ascendente
o descendente, de los siete,
saltó por el abismo.
Su caída era lenta, interminable, y
en torno
de su alma giraban mordientes
serafines:
por millares hilaban el blanco de
sus ojos
y la música que ondeaba en libertad
era sacra.
Y saltó. Se lanzaba al abismo sin
fondo.
Y se dijo: “Acarreo lo bello y
verdadero”.
Y en un tramo del viaje que duró
largas noches
unió las dos puntas del cordón,
formó un círculo,
comprendió que su viaje tenía un
fin: el origen.
El poeta desentraña la
voz soterrada de las cosas o el rumor inefable de efluvios trascendentes. En su
empeño de aprehender el trasfondo de sí mismo, el otro yo que atisba el enigma
de lo Eterno, apuntala el testimonio lírico, estético y simbólico plasmado en
“Acto y señal”:
—Vago gris de huracán.
Garra
del pecho.
Alto día otoñal.
Violentas hojas.
Saludé cada árbol
que encontré por mi paso.
Estreché cada rama
en señal de amistad.
Franca
delectación,
sirvo
el añejo.
Soy la liebre incorpórea.
Aquí reposo.
Soy la cara que sale
del
espejo.
Soy yo mismo. Soy tú.
Y soy el
otro.
Los poetas están
conectados a la fuente genesíaca de lo viviente. Ese es el más hondo manadero
de la inspiración creadora al que acceden los poetas para hacer acopio de un
fecundo torrente en las veredas de la cantera infinita, bien mediante la
intuición de verdades profunda o mediante la recepción de revelaciones
trascendentes. Así le acontece a Leopoldo Minaya, que busca auscultar la
dimensión entrañable de fenómenos y cosas para testimoniar, con su voz fresca y
diáfana, la vertiente luminosa de lo que sucede en la vida. Nuestro poeta
canaliza en su poesía inspiraciones de orden divino en procura de la voz
universal, “Ínterin” perfila esa dimensión simbólica:
Intacto borrador no corregido.
Ni poema, tal vez.
No es tintero.
Ni sonajero.
Ni pez.
...Solo un agarrarme
del vacío,
tan solo un quedarme
sorprendido
al hallarme entre
el ANTES...
y el DESPUÉS,
medio absoluto, abstruso
abismo
entre el no ser
y el no ser,
como si parado en la punta
del regreso,
dijera: “Este es el haz,
éste el envés”.
Deudor de Rubén Darío,
Rainer María Rilke, Miguel de Unamuno, Jorge Luis Borges y Franklin Mieses
Burgos, nuestro creador encarna la potencia lírica del genio poético que sabe conectarse
a la memoria cósmica y a la sabiduría espiritual del universo en busca del
numen iluminador. La alta poesía es una interpretación estética y simbólica de
lo que acontece en la vida, expresada con emoción, belleza y verdad, mediante
el lenguaje de la imagen y la certeza de la conciencia.
Nuestro poeta tiene una
honda visión de lo existente. Toco comienza con la convicción de la fe en los
dones con que venimos a la vida para conocer y descifrar el Mundo, que está
lleno de símbolos. Somos símbolos y habitamos símbolos, decía Emerson, cuya
exégesis inquieta a Leopoldo Minaya con la clara conciencia de saber que hay un
derrotero final en la inextricable sombra que abruma y desconcierta. A esa
verdad irrebatible alude el poema “La piedra existencial”, espejo del tono
borgeano que alumbra la base primordial de lo existente:
No soy la piedra que mató a Goliat
—a matar no me enseña el
cristianismo—,
soy la piedra angular, soy basamento
bañado eternamente por un río.
Diversidad de piedras meteóricas,
alto y raro universo que respiro,
astros (lunas y soles y planetas)
que lucen, como dedos, sus anillos:
no soy la piedra de
discordia.
En vano
arrimóse Satán a mis oídos.
¿Piedra filosofal?
¡Nada tan bello!
¿Piedra de toque?
Duelo y esclavismo...
(Pero aquel que llegare hasta estas
letras,
piedra filosofal es en sí mismo
—piedra filosofal que frote piedra
filosofal dará... oro macizo—,
y si hiciese brillar este poema,
colocando la piedra de su espíritu,
afirmando o negando o descreyendo,
será dueño de ⅓ de sus
símbolos
...y en completa equidad, pues
corresponde
-cual tributo al ambiguo logaritmo
recargado en los hombros de los hombres-
otro tanto al azar
o a los designios.)
Cuando las cosas se ven
con los ojos del alma, se aprecia mejor su dimensión hermosa y cautivante. La
poesía que mana de un corazón enamorado, como el de Leopoldo Minaya, refleja un
encanto que subyuga y un fulgor que esplende mediante el requiebro de las
imágenes y el sortilegio de sus gemas interiores, simbólicas y deícticas, que
son las que encienden el espíritu con la llama de lo Eterno. Leopoldo Minaya
glorifica la intuición que acierta a fundar una creación que ni la misma muerte
podrá triturar, como sugiere en “La oda sagrada”:
Contamos
las historias, las edades,
porque
desembocamos en la luz,
porque
al compás de desiguales años
quisimos
ser caballos de más brío.
“Ser
o no ser”: dilema de existencia,
discursea
el hondón de los sentidos,
y
en profesión de fe y de los comienzos
nos
vamos, con franqueza, de las manos....
Pero
es así:
si piensa la materia
y
me interpela por tu voz el barro
nos
revelamos primordial progenie,
un
salpique de icor corre en tu mano.
Pero
es así.
Nosotros, tan anónimos,
tan
calladitos a mitad del prado,
por
una vez vencimos a la muerte...
¡Victoria
excepcional! ¡Gloria es nacernos
...que
el espíritu escupe eternidades!
El concepto de la donna agelicata, que idearon los antiguos
neoplatónicos para aludir a la mujer cuya belleza impregnaba de gracia sus
encantos, nos conecta a la llama de la fuente primordial, motivo y motor de la
creación de Leopoldo Minaya, cuya lírica recrea esa visión esplendorosa de la
gracia encarnada para orillar el venero intangible de lo Eterno. En su poema
“Medio de los sentidos” la mujer es el amanuense de la gracia y de las verdades
que por su mediación nos completa y nos redime, como se aprecia en sus versos
encendidos de la llama divina que encandila:
Ese pacto final entre
las luces
y
el ojo, el órgano impaciente,
raíz
del ver (¡el mundo, multitudes!),
¿de
qué vale?
Al fin nunca podemos
aprehender
el objeto, sólo luces
reflejadas.
Así
fijé en oír el Absoluto...
Llegó
hasta mí la Voz Fundamental
y
posóse en mis tímpanos malditos
no
aptos para oír su funeral.
La
razón me arrogué. ¿A qué escuchar invictos?
¿La
derrota a qué suena en tu cordal?
Pensé:
debo tocar, tocar, tocar, no puertas,
no
linos ni amatistas ni oropel,
sino
lo duro, lo blando, la textura,
principio
de un saber reconocer;
pero
¿cómo podré tocarte, luna,
infinito
gigante, orbe, granel
de
astros, nebulosas transparentes,
idea,
espíritu, esencia, Alto Saber?
Hay
una alternativa que se ofrece:
—¿Nunca
has tocado un cuerpo de mujer?
La poesía genuina y
auténtica, la que sale del corazón sensible a los encantos de la Creación,
logra la forma que encauza la gracia sutil y la llama que enciende el aura
incandescente mediante el rebol luminoso de la palabra creante para henchir el
verbo de entusiasmo y pureza, remedo radiante de las apelaciones entrañables.
En “Hijo pródigo”, Leopoldo Minaya quiere rehacer la relación fecunda del hijo
con el Padre mediante la energía que empata el alma y los afectos. Como el
relato bíblico, el poeta alude, simbólicamente, a la vuelta al manadero de la
fe en la trascendencia, destino que a todos nos apela:
—Corrí una vez al aire y me perdí en
el viento.
Toqué profundos páramos y timbres
sostenidos.
Pero he vuelto, Dador, y hoy heme
aquí en tus brazos
recibiendo tu amor a torrentes, a
ciegas...
¡Señálame! Tu dedo no acusa ni me
quema:
empuja mi costado para que libre
gire.
¡Acógeme, Hacedor, iguálame a los tuyos
y te diré del múltiple agradecer
infinito!
¿El cielo no tembló? Todo caía en
racimos.
Yo mismo rodé ciego, desolado, en
pedazos...
¡Acorázame: lléname del néctar de
tus rosas!
¡Húndeme en los abismos o a tu
altura levántame!
Hay una singular expresión
de amor en Leopoldo Minaya, que es la más clara señal de la ternura mística de
su sensibilidad trascendente. En “Retablo” aflora ese acordado
sentimiento que permite sentir con el otro, compenetrarse con la situación de
dolor o apremio de las criaturas, como lo revelan algunos poemas del poeta
interiorista cuando pone en ejecución la capacidad de sintonía de su
sensibilidad con el doliente corderillo que bala, desesperado, en su retablo,
que lo asume como símbolo de la inquietud humana cuando reclama piedad y
atención a sus cuitas y reclamos. En este hermoso poema la persona
lírica, sintiéndose abatida y sola, clama a la Divinidad, al tiempo que
ausculta una peculiar faceta de la vida encarnada en el pastor, que plasma en
una forma lírica enriquecida con ecos bíblicos y un acento entrañablemente
pastoril y cordialmente bucólico. En el siguiente poema, el sujeto lírico se
autodefine como “un corderillo solo y herido entre los bosques”, con lo cual ha
creado una de las imágenes más hermosas de la lírica dominicana.[iv]
Un
corderillo solo
y
herido entre los bosques...
Un
corderillo solo
(podrá crecer la hierba),
la
voz adolorida que clama entre sollozos:
“¡Regrésame,
Pastor, a tus rebaños! ¡Ámame!”
Noventa
y nueve tienes,
noventa y nueve balan.
Noventa
y nueve veces volverás en calma;
mas
el próximo giro no te será apacible...
¡y
yo esperando ardiente que tú me llames! ¡Llámame!
¿Cómo
podré, yo solo, cruzar los altos muros?
Mi
sino es perecer, perderme en la montaña...
¡Aborréceme
tú, que con aborrecerme
tu
espíritu de amor, me sentiré salvado!
...Todo
misericordia, me miras, me redimes,
y
yo lloro y me quedo, como un niño, en tus brazos...[v]
La ternura mística es
la más clara señal del ágape divino. Y es un brote de amor puro el que mana
de la sensibilidad herida de compasión y dulzura, según apreciamos en los
ardientes versos de Leopoldo Minaya.
La verdad es un
patrimonio de la conciencia en la que fundan su obra creadora los filósofos,
iluminados y poetas. La verdad poética, diferente de la verdad histórica
y de la verdad filosófica, es un producto de la intuición, fuente inspiradora
de la lírica trascendente. Leopoldo Minaya es el resultado de una corriente
estética y espiritual que se ha nutrido de grandes iluminados y estetas, como
William Wordsworth, William Blake, Charles Baudelaire, fray Luis de León,
Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca, Rubén Darío, Pablo
Neruda, Octavio Paz, Franklin Mieses Burgos, Manuel Rueda, Nelson Minaya y León
David, entre otros valiosos creadores de la literatura universal y la
literatura nacional. La suya es una poesía con los rasgos creativos de quien
tiene voz propia, tono peculiar y tropo distintivo.
Diez atributos perfilan
el quehacer poético de Leopoldo Minaya que, al tiempo que connotan la
peculiaridad de una creación, revelan, según mi estimación, la clave de una
lírica que permite sentir y disfrutar la emoción estética y la verdad poética
en su visión del Mundo. Esos atributos son los siguientes:
1-Virtualidad lírica mediante la
cual capta y expresa la dimensión singular, prístina y primordial de lo
viviente.
2-Poder de auscultación, desde una
triple perspectiva lúdica, irónica y crítica, la faceta sensible de fenómenos y
cosas para orillar el sentido estético, la connotación simbólica y la vertiente
mística de lo viviente.
3-Vision espiritual y estética del
Mundo a la que engarza una estrategia compositiva que integra lírica, narrativa
y drama para un propósito de atrapar, perfilar y expresar la dimensión
peculiar de lo viviente.
4- Integración a su visión lírica y
simbólica de la faceta descriptiva, musical y pictórica de lo existente, que
una sensibilidad abierta y porosa como la de este poeta interiorista percibe y
expresa con el valor sensorial y espiritual de su talante lírico.
5- Expresión de la dimensión
prístina de fenómenos, cosas y criaturas mediante la cual da a conocer la
faceta desconocida de lo existente.
6-Empleo de contrastes sonoros,
léxicos y semánticos de voces y expresiones en procura de la dimensión sensible
que resulta la faceta luminosa y edificante de las cosas.
7-Canalización, mediante el
pertinente lenguaje poético, de la reacción emocional, intelectual y espiritual
que las cosas producen en la sensibilidad y la conciencia.
8-Creación de una forma expresiva
fundada en elementos naturales con valor simbólico y sentido trascendente.
9-Valoración de la dimensión interna
y mística de lo viviente para exaltar la faceta permanente de las cosas.
10-Ternura mística entrañable como
expresión de una sensibilidad profunda, porosa a la belleza y el misterio para
establecer una cordial sintonía con las cosas, mediante el sentir que ilumina y
enamora.
En fin, la obra
poética de Leopoldo Minaya revela la huella de una ardiente sensibilidad cuyo
venero fecundo alienta una expresión lírica, estética y simbólica, rica en
hondura interior y auspiciosa de una cautivante belleza trascendente.
Bruno Rosario Candelier
Moca, 12 de agosto de 2008
[i] Leopoldo Minaya ha publicado Oscilación de péndulo
(1984), Preeminencia del tiempo (1993) y La hora llena (2007).
[ii] Oriundo de Nagua, República Dominicana, Leopoldo Minaya
nació en 1963. Se doctoró en Derecho y ejerce el magisterio en New York, donde
hace vida social y cultural.
[iii] Varios autores han escrito sobre la creación poética de
Leopoldo Minaya y todos subrayan el aporte estético de este valioso creador
dominicano.
[iv] Con su frase “Un corderillo solo y herido entre los
bosques”, Leopoldo Minaya creó una de las imágenes más hermosas que dan
cuenta de la condición humana, al tiempo que permite evocar la lírica de san
Juan de la Cruz y, desde luego, apuntala el sueño interior que toda
criatura fabula.
[v] Las ilustraciones poéticas de este estudio proceden
del poemario de Leopoldo Minaya, La hora llena, West Virginia, USA, Obsidiana
Press, 2007.
La hora llena
(poemas
de amor, pasión, locura, redención y muerte)
A mis amigos fallecidos:
el poeta don Rodolfo C. Weber
y el filósofo Nelson Minaya;
a todos mis amigos presentes;
para toda la Humanidad.
Por encima de estanques, por encima de
valles,
de montañas y bosques, de mares y de
nubes…
te desplazas, mi espíritu, con toda
agilidad…
Escápate muy lejos de estos mórbidos
miasmas,
sube a purificarte al aire superior…
¡Feliz aquel que puede con brioso
aleteo
lanzarse hacia los campos luminosos y
calmos!
Aquel cuyas ideas, cual si fueran
alondras,
levantan hacia el cielo matutino su
vuelo
—¡Que planea sobre todo, y sabe sin
esfuerzo
la lengua de las flores y de las cosas
mudas!
C.
Baudelaire
DESIGNIOS
EL
ÚLTIMO REGRESO
—Madre, no quisiera
que
me hundan en la tierra cuando muera,
ni
que tapien mi cuerpo en oscuros pabellones,
ni
que esparzan al viento mis cenizas,
ni
me arrojen al mar por la cubierta.
No
vengo de la tierra,
no
soy del polvo... y en polvo...
¿por
qué he de convertirme?
No
vengo del granito ni del mármol inhóspito
ni
del concreto seco;
no
provengo del mar ni de la pira.
Vengo
de ti,
de
la blanda carne maternal,
de
la sangre amorosa y de tu llanto.
Vengo
de tu inquietud,
de
tus angustias,
de
la inseguridad segura de tus días,
vengo
de la verdad de tu existencia.
Ay,
madre, qué será de mí
cuando
ya no pueda
sostenerme
en pie
ni
atrapar con mis ojos el amplio derredor,
cuando
todo oscurezca de repente
y
ya no sienta ni el frío que me invade.
Aléjame
la ropa y la madera,
regrésame
al origen y al silencio,
regrésame
a tu vientre ya dormido,
con
tus manos consuma mi esperanza,
y
desnudo, pequeño e indefenso...
reclámame,
recógeme y desnáceme.
PRESAGIOS
I
—¡Loor
al reposo! ¡Loor al reposo!
¡Loor
al reposo!
(Las
voces resonaron,
abierto
el paredón.)
—¿No has visto en ti
a
tu otro padre?
Míralo
(él te mira);
ve
su cuerpo
yacente.
Ve
su rostro labrado:
ceniza
y esplendor.
—Veo
un cuerpo quemante
cómo
envuelve
mi
cuerpo
con
briosa quietud
de
desnaciente sol.
II
…Nos
han vedado ser
continuación
de imágenes:
lámpara
que al apagarse
alumbre
alrededor,
soplo
que no resbale
por
la garganta
del
pífano...
Nos
han vedado ser...
III
Mientras
nos quede un chorro
temblante
de luz ebria
y
no blasfeme aún
la
boca del censor
(al
más templado espíritu
aun
su larva hace mella),
poetas,
cantemos al reposo;
poetas,
salgamos a su paso,
amémosle
primeros en la grey de los mortales,
montemos
en su carro perenne, universal.
El
RELOJ
—El
reloj gobierna las cosas, este mundo.
El
reloj detiene la puerta, los deseos.
El
reloj entierra lo que
su
esfera choca.
¡Helo!
Cuatro cuadrantes...
un
hilo suspendido.
El
reloj es la fuerza centrífuga:
dispersa
las
emociones,
rompe
las
añoranzas…
designa
su
ir y venir hacia donde no espera nadie
a
otro Nadie que espera
callado
y escondido.
Son
las diez menos cuarto. Respiras. Manotazos
al
aire... y te engañas, te engañas,
te
engañas: son las cinco.
Tú
distante en la hora, tú exultante, despierto;
tú
distinto en el tiempo, y para el tiempo es lo mismo…
MUERTE
—¿Qué impulso de la luz no se detiene
si
lo ordena el vacío
de
tus ojos?
Ante
ti, como al soplo, me prosterno.
Ante
ti, como en vado, me arremango...
Abruptas
crepitaciones del carbón...
¡Oh,
la piedra que cae más severa!
Ya
deshecho el costado, ¿dónde anda
lo
que vi, lo que amé, y lo que fuera!
LA
PUERTA
—¿Y
si despierto?
¿Y
si me inundo
de
grácil brillantez
-de
ruidosa mudez-
en
la redonda noche?
¿Si
a toco a tientas
mis
manos
al
filo de la luz
-al
hilo de la luz-
y
no me encuentro?
¡Retransfiguración!
¡Retrans-
figuración!
Dirán:
La carne
se
hizo verbo
cuando
quería ser blanca
madera
de los álamos...
¡Y
ya
no
se hable más!
Falsos acordes,
guturales
sonidos,
¡callad!
¡Los
hilos del a-h-o-r-a la hora
se
destrenzan,
los
lazos de la h-o-r-a
se
destejen…
y
ya llevo el silencio
por
librea!
Noche
de los cánticos azules,
¡oh,
noche de los cánticos azules,
voy
vistiendo el silencio
por
librea!
TRAZOS
—Cantores fuimos, y
tuvimos
un
corazón...
Cantores
fuimos.
También
a nosotros
nos
tocó vivir,
arremolinarnos
en misa
de
domingo,
correr
tras la sustancia dadora,
estremecernos,
pecar:
dudar... (dudamos
al
hincar las rodillas).
Como
tú,
como el otro,
entramos
en la vida.
Partimos
desde el grito, ancestro
del
vocablo.
Nos
alegraba el grito, pero anunciaba
el
llanto...
Dijimos:
—Todo grito
no
nombra a la alegría.
Aprendíamos
a labrar...
Mas ¡ay!,
almas
solitarias...
cantores
fuimos, y tuvimos un corazón...
un
corazón infantil que no se ha ido
tras
el rebote ruin de la pelota...
(si
era redondo el Orbe, ¿a qué
una
bola elástica?)
Cantores
fuimos, y tuvimos
un
corazón...
Cantores
fuimos: libramos
nuestras
guerras.
Cuando
hubo guerra, cantamos de las guerras;
cuando
hubo paz, rozamos los abismos...
CÍRCULO
—Entonces
el bronce rodó por la pendiente,
desenredando
voces estridentes o apagadas.
En
profusión formaron la noche de los tímpanos,
una
a una contaron historias verdaderas.
Una
tras otra, otra tras otra, otras tras otras,
manifestáronse
mientras duraba la caída.
Porque
aquel que era el cuarto en orden ascendente
o
descendente, de los siete, saltó por el abismo.
Su
caída era lenta, interminable, y en torno
de
su alma giraban mordientes serafines:
por
millares hilaban el blanco de sus ojos
y
la música que ondeaba en libertad era sacra.
Y
saltó. Se lanzaba al abismo sin fondo.
Y
se dijo: «Acarreo lo bello y verdadero».
Y
en un tramo del viaje que duró largas noches
unió
las dos puntas del cordón, formó un círculo,
comprendió
que su viaje tenía un fin: el origen.
ALERÓN
El
suicida se alegra del vacío.
—Ya
cayó (lo dice
el
ojo del transeúnte).
—Tú,
¿quién eres tú?
¿de
dónde vienes?
Tiene
esposa, hijos, poco sueño
y
una herida profunda…
Entre estertores
salta
el
hombre
y
reclama sus derechos
ante
el otro —como siempre—
que
lo salva.
HUELLA
—Si
al menos pudiera irme sin dejar una huella
y
ser el mismo que ni fue ni vino
ni
saludó
ni
tropezó con un trozo de aire
en
el invierno...
Si
no fuera esta armazón la estatura que llevo…
o
por arte alguno pudiera borrarme como a lápiz…
así
no tendría nunca que llorar en las mañanas
ni
sentir otro martillazo en mi corazón
sobre
el yunque de acero
del
tiempo y de los años.
(Inexistir
no es tan fácil como quitarse unos guantes,
apurar
una copa, guardar unas bufandas…)
Pudiera,
entonces, ser algo de nada y andar
a
mi gusto, invencible, sin que el viento me toque...
Yo
que tengo dos ojos, una apetencia larga…
ondeo
el pabellón de los adioses.
ACTO
Y SEÑAL
A J. L. Borges
—Vago
gris de huracán.
Garra
del pecho.
Alto
día otoñal.
Violentas hojas.
Saludé
cada árbol
que encontré por mi paso.
Estreché
cada rama
en señal de amistad.
Franca
delectación,
sirvo
el añejo.
Soy
la liebre incorpórea.
Aquí reposo.
Soy
la cara que sale
del
espejo.
Soy
yo mismo. Soy tú.
Y soy el otro.
Sublime
paridad
de los
reflejos:
quien
lo dijo lo ha dicho
por nosotros.
Nos vincula el pensar
de las
arenas,
la
llena vaciedad
del
cuenco roto,
el
radio, el centro,
el doble semicírculo,
el
viraje final
y los redondos
designios
que a un compás
se precipitan...
(los
chubascos empapan
todo a todos).
¡Franca
delectación,
sirvo el añejo!
¡Soy
la liebre incorpórea!
Aquí reposo.
¿No
es la cara de dentro
del espejo
la
que alienta y lo empaña
con su soplo?
ALMAS
MUERTAS
—Voz
como
de muerto,
voz
de
Lázaro resucitado.
Como
una cadena,
los
instantes pasan por mis dedos.
Ancestral,
esta
noche es de almas muertas
y
fantasmas de corbatín...
¡Penetra,
Muerte,
ven con tu hambre a cuestas!
¡Ven
con el esqueleto que al viento zarandeas!
¡Vente
con la ponzoña, la mandrágora, el cardo!
¿Y
quién me estará supliendo
de
la vital esencia?
¿Qué
mantiene mi pecho
arriba,
a más, flotando?
Irreales,
esta
noche se sueltan todos los fantasmas
y
se espantan de nosotros, ¡tan iguales!,
y
se igualan a nosotros, ¡espantos tan reales!
ÍNTERIN
Intacto
borrador no corregido.
Ni
poema, tal vez.
No
es tintero.
Ni
sonajero.
Ni
pez.
...Solo
un agarrarme
del
vacío,
tan
solo un quedarme
sorprendido
al
hallarme entre
el
antes...
y el después,
medio
absoluto, abstruso
abismo
entre
el no ser
y el no ser,
como
si parado en la punta
del
regreso,
dijera:
«Este es el haz,
éste
el envés».
NI
SÉ SU NOMBRE...
Alguien
nos
toca el sexo
(la
voluntad más fuerte);
alguien
nos
toca el hombro
(la
redondez más burda);
alguien
(no
sé su nombre, no sé su quién)
nos
espera
agazapado
en la tierna
solemnidad
de la arruga...
Alguien
que gesticula
con
propiedad,
cuyas manos
se
ven
como
quien empuja
camellos
amaestrados
por
el revés de una aguja.
PASOS
—Si
das un paso más
avanzarán
las horas,
y
andando hacia adelante,
ciertamente
regresas.
Si
das un paso atrás
alcanzarás
tus dudas;
vuelves
seguramente
al
origen de siempre.
(—No
dudes: cada lado
guarda
el deseo inmenso
de
engullirte despierto.
—No
dudo: arriba, abajo,
de
los que soy el puente,
se
mueven según gire,
giran
según me oriente.)
Origen,
siempre origen,
coordenada:
el eje
del espacio se corta
con
el eje del tiempo.
Origen,
siempre origen,
encrucijada,
puerto
del
que nunca ha nacido,
del
que ahora ya ha muerto.
VISIÓN
—De la noche
salgo,
de su vientre
dorado,
para dar cuenta y fe
de la visión.
De la noche, salgo.
Cuatro mil leguas
de entrañas oscuras,
siete mil horas
de hondura y duración,
oteando
y revolviendo símbolos,
pisando la maraña
del devenir insalvable.
No pude apoyar el pie
porque no había
lugar para suspiro.
¡Ea, contemplación!
Cuando oímos:
«¡Sálgase ahora
el ahora
del ahora
y sobre el carro del tiempo
háganse dos!»
Triscan
como cabritos
dos lobeznos...
Apuran
a esconderse...
¡Entonces vimos
arder
montañas negras,
caer
la lava al mar...
e inquietarse el remanso
de las aguas!
AZARES
ALETEOS
A Juan José Ayuso
Bóveda,
extensión, cerrado azul,
poderosa
explosión de lo mirado,
fuerza
de la inmanencia, fuerza apenas...
¡tú
que emerges, que empujas, que abandonas...!
¡Yo
en mi centro rendido, yo en mí mismo!
Amo
la libertad, ¡yo subyugado!
Infinito
aletear,
mordientes olas,
presencias que en sí mismas significan...
¿envolverse
es la ley, abandonarse?
¿remontarse
hasta el ser más olvidado?
¡Desoír
los susurros y en el viento
soltarme
de la cuerda a lo inseguro!
No
volveré a escucharme más entre las quietas
arenas,
entre el remanso y entre lo callado:
deambularé
(la luz, el infinito,
me
cederán su espacio...)
De
pie, sobre la roca, y mano
sobre
mano,
dejo
mi soledad, con fuerzas nuevas...
fuerza
de la inmanencia, fuerza apenas...
¡poderosa
explosión de lo soñado!
HUMO
HUMANIDAD
Hablo del humo y hablo de lo humano,
hablando,
en cada caso, por lo mismo:
la
relación del pez sobre el abismo
se
implica en la ecuación, si das la mano.
Va
de intento: Timón cavó la gruta,
pues
Pluto pereció, y fue humillado...
¿No
es a Pluto a quien buscan en tu prado?
Y
perder a un amigo, ¿no te enluta?
Al
cabo del vaivén, nada es eterno...
¿Y
podremos decirlo los poetas
o
decirlo el pintor con su paleta?
No
todo es material, algo es eterno,
espíritu-espiral,
voluta-criba,
desmembramiento
humano que trasciende
siendo
humo (no pesa y se comprende
su
vocación de andarse siempre arriba).
EL
PUENTE
A Carlos Cabrera
El
puente se despereza
como
un gusano de seda;
los
autos que lo recorren
son
montoncitos de arena.
Sube,
baja, tiende y une
el
puente que siempre queda:
pasantes
y paseantes,
cumplido
el pase, se alejan...
Empieza
el día. ¡Telón!
Paño
de finas tinieblas.
Bajo
un zumbido de máquinas,
el
puente que se despierta.
Se
planta un día indistinto
con
noche y con tarde a cuestas.
Algo
envidiosa del sol,
sale
a rodar la moneda.
El
prójimo se saluda,
gesto
que nada le cuesta.
¿Aprecio
de los humanos?
¡Vaya
sistema de cuentas!
Desandado
y pisoteado
por
la humanidad artera,
diez
mil veces recorrido
sin
requerir recompensa
ni
un abrazo solidario...
queda
este puente que piensa.
EL NÚMERO
A
Juan José Jimenes Sabater
El
secreto del número –el través
de
todo lo mortal o aparecido-
ha
sumado ha restado ha dividido
desoyendo
las leyes de Moisés
Como
grupo juntaron treinta y tres
Un
siete son los sabios... y esculpido
hay
un dos en la flecha de Cupido
y
en el Gólgota –heridos- reinan tres
Difundió
su semilla en epidemias
abolló
las ubicuas polisemias
poseyó
las medidas de las ágoras
Empapó
cada cosa el lecho el vaso
y
el mundo saltarín como un payaso
sobre
la hipotenusa de Pitágoras
IDENTIDADES
A Nelson Julio Minaya
En
verdad,
si
yo fuera un hombre y no un metal ardiendo
me
iría con la brisa a empujar el horizonte,
miraría
los cúmulos rendirse de indecisos
y
moteado de lluvia viviera el desafío.
En
verdad,
si
yo fuera un hombre y no un montón de nubes
cambiaría
las corrientes de los ríos
por
esa multitud que anida en las tabernas
con
alas atorrantes de pájaros en fuga.
Si
en vez de ser río que agoniza y desagua
fuera
hombre sensato y normal como los otros,
asomara
a los balcones porque el sol se pone…
¡Adiós,
arenisca en la boca de los deltas!
Heme
aquí,
heme ahora,
desmembrando
el ojo central del mediodía,
preso
de una inquietud existencial que solo medias
logro
calmar al subir y bajar por esta angustia.
Pero
tendido quedo, como el vencido queda,
y
sin desviarme sigo, como los trenes hacen.
CARTA
A MI PADRE
Usamos
el marfil del intelecto
para
hollar la frontera en que existimos,
trajinar
que lo hacemos..., que lo hicimos
cuando
fuimos en pos de lo perfecto.
De
nada nos sirvió el ángulo recto,
la
entereza del número en los primos,[1]
si
al pie de cada tarde nos morimos
no
como lo hace el pedestal (erecto).
La
locura era música y poesía
y
tocamos su túnica vacía
como
franco veneno del dolor...
Y
en sus potros azules cabalgamos
la
más dulce visión que Nostradamus
en
pandectas jamás imaginó.
LA PIEDRA EXISTENCIAL
A
Bruno Rosario Candelier
No
soy la piedra que mató a Goliat
—a
matar no me enseña el cristianismo—,
soy
la piedra angular, soy basamento
bañado
eternamente por un río.
Diversidad
de piedras meteóricas,
alto
y raro universo que respiro,
astros
(lunas y soles y planetas)
que
lucen, como dedos, sus anillos:
no
soy la piedra de discordia.
En vano
arrimóse
Satán a mis oídos.
¿Piedra
filosofal?
¡Nada tan bello!
¿Piedra
de toque?
Duelo y esclavismo...
(Pero
aquel que llegare hasta estas letras,
piedra
filosofal es en sí mismo
—piedra
filosofal que frote piedra
filosofal
dará... oro macizo—,
y
si hiciese brillar este poema,
colocando
la piedra de su espíritu,
afirmando
o negando o descreyendo,
será
dueño de ⅓ de sus símbolos
...y
en completa equidad, pues corresponde
-cual
tributo al ambiguo logaritmo
recargado
en los hombros de los hombres-
otro
tanto al azar
o a los designios.)
LA ODA SAGRADA
A
Ramón Emilio Reyes
Contamos
las historias, las edades,
porque
desembocamos en la luz,
porque
al compás de desiguales años
quisimos
ser caballos de más brío.
«Ser
o no ser»: dilema de existencia,
discursea
el hondón de los sentidos,
y
en profesión de fe y de los comienzos
nos
vamos, con franqueza, de las manos...
Pero
es así:
si piensa la materia
y
me interpela por tu voz el barro
nos
revelamos primordial progenie,
un
salpique de icor corre en tu mano.
Pero
es así.
Nosotros, tan anónimos,
tan
calladitos a mitad del prado,
por
una vez vencimos a la muerte...
¡Victoria
excepcional! ¡Gloria es nacernos
...que
el espíritu escupe eternidades!
LA
CONFESIÓN REAL
—Hacerla
de rodillas no es hacerla.
¿De
qué sirve si Dios escucha a solas?
No
hay confesión real si algo se oculta
bajo
el ala secreta del secreto.
Con
estruendosa voz suéltate ahora,
desbroza
de una vez la telaraña,
di
si a alguno robaste alguna cosa
o
te nombró el pecado de la usura.
...si
la carne llamó, y tú seguiste
su
onceno mandamiento, si mentiste,
si
engañaste, si heriste, si humillaste;
Pero
dilo en voz alta, sepan todos
los
infiernos que tú lo hiciste, sientan
el
vendaval que emane de tu boca...
Echa
fuera el silencio y el misterio,
haz
que fluya tu río, nada ocultes
y
por siempre libérate, ¡libérate!
LLAVE
DE LA RAZÓN
Fuga,
terrenal
esencia.
Una
llave es como una espada
que
se nos clava en el pecho.
Vértigos
da
contemplar
su figura
de
puñal y esternón.
Ego
inmemorial,
llave
cumplida
que
remueve montañas en la pared.
¿Sobre
quién caerán las otras loas,
contrariando,
oponiéndose a su grito?
¿Sobre
quién lloverán atlas enormes,
magullada
la fe por los martillos?
Otros
ya lo verán.
Tienes la llave.
Abres
mundo reales e ilusorios.
POEMA
DE LOS ENIGMAS
1
Cuando suelen pasar
montañas grises
-vagas torres astrales-
veo la maduración
de la luz sonorísima
revelada en imágenes...
2
«Señor», te llaman,
das vueltas, te ves: eres un niño
colgado de la gran
interrogación esperada.
3
Y te vuelves por ver...
A ver: llamar te llama.
¿Quién no se enredaría entre aspa y remolino
si al hundirse comprende la razón imperfecta?
4
Hay una mano -¿cuál?- que planta las preguntas
en otra mano -¿cuál?- que adrede las reclama.
TANTA
MATERIA
A Carmen Pérez Valerio
¿A
quién le importará?
Tanta materia
se
desgrana en redor del universo...
¿A
quién importará, ¡vasto infinito!,
la
piedra echada al mar en nuestros juegos...?
¿A
quién le importará? ¡Mejores días!
¡Cara
o cruz! Ansiedad. Vivas palabras...
Y
entre babeles y entre griteríos,
¿a
quién importará la piedra ahogada?
Al
soplo levantisco de una era
de
burla al Prototipo -¡luz o flama!-,
y
al resbalón de las ideologías,
¿a
quién importará la piedra o nada?
—Al
poeta...
Hilvana las palabras
-abalorios
o piedras-. Son su credo.
¿Qué
se escucha?
—¡Oh, dónde está mi curva
piedra
que a cada instante echo de menos…?
¿Y
dónde las rapsodias primordiales?
¿dónde
la heroicidad de los sujetos?
¿Y
dónde los amores entrañables?
¿echaron
a volar tras los objetos?
¿Y
cómo ha devenido la muralla
del
honor en hurgado palimpsesto?
¡Areniscas,
peñascos, gravas, tolvas,
conservad
la Verdad y el Fundamento!
Hordas
sordas, tropeles, torvas turbas
(quebrantáis
todo sano mandamiento),
escuchad
la canción que rueda a solas,
escuchad
la Canción, verso y reverso:
♫♫♫…Desde el gesto ancestral en los
menhires
sopla
una eternidad que no es el viento…♫♫♫
MEDIO
DE LOS SENTIDOS
Ese
pacto final entre las luces
y
el ojo, el órgano impaciente,
raíz
del ver (¡el mundo, multitudes!),
¿de
qué vale?
Al fin nunca podemos
aprehender
el objeto, sólo luces
reflejadas.
Así
fijé en oír el Absoluto...
Llegó
hasta mí la Voz Fundamental
y
posóse en mis tímpanos malditos
no
aptos para oír su funeral.
La
razón me arrogué. ¿A qué escuchar invictos?
¿La
derrota a qué suena en tu cordal?
Pensé:
debo tocar, tocar, tocar, no puertas,
no
linos ni amatistas ni oropel,
sino
lo duro, lo blando, la textura,
principio
de un saber reconocer;
pero
¿cómo podré tocarte, luna,
infinito
gigante, orbe, granel
de
astros, nebulosas transparentes,
idea,
espíritu, esencia, Alto Saber?
Hay
una alternativa que se ofrece:
—¿Nunca
has tocado un cuerpo de mujer?
LOCO
SAGRADO
Y
ETERNO
Lo
vieron recoger papeles viejos
y
estamparles su firma, con un trazo
claramente
impreciso, tosco el brazo
que
perdiera, de antaño, los reflejos...
Aleve
trabazón de los espejos,
absurda
como el beso y el abrazo:
con
el mundo «vulgar» cortó su lazo;
miró
a la «sociedad» desde lo lejos.
La
alborada - que rueda- hoy lo sorprende
frente
a la multitud que le reprende
su
facha, su “apestosa” humanidad...
Pero
el hombre en su credo se hunde más:
el
mundo es quien va loco, y no comprende
la
razón en que giran los demás.
POEMA
DEL ABRAZO CÓSMICO
Oscuro
y reluciente,
elige
la noche su color elucubrante.
Busca
así las estrellas que pacen en Oriente.
Se
anuda a las constelaciones:
aros,
halos resueltos en la luz,
sonámbulas
mariposas que tiñen el otoño
y
suben la marea...
(todo
lo penetra y expone
su
ola reverberante)
El
viento llega y se lleva los milenios
(torna
azul esa cabeza gris),
pugna
por detener marejadas enormes
de
luces en lo alto.
Perviven
las estrellas y los días.
Algarabía
del existir
y
del sentirnos.
Nos
sentenciamos a atraparnos
para
evitar duelo y caída.
Pero
vamos andando, tomamos aserrín...
Ved:
se adhiere polvo
a
la madera pensante.
¡Conocimiento
mayor
que
se posee!
El
soplo se levanta, empieza a andar,
errante
continuo no caer (¡y no caerse!);
si
cae:
la
muerte y el vacío,
designio
del plano horizontal.
Vienen
entonces, por olas, los abrazos;
apretados
exploramos los abismos.
No
caigamos, por tanto, abracémonos...
Si
caemos, polvo y ceniza somos, y tiempo sometido.
GÉNESIS
—Estoy
aquí
desde
el Principio.
Soy
el origen y la luz.
Soy
el centro y la causa infinita.
Soy
la razón de ser de la ecuación.
Soy
la cuerda y el arco.
Soy
el pez y la red.
Soy
el eje del tiempo.
Soy
el ir, y el volver....
Ni
un repicar, ni un ángulo, ni un remover de un velo,
ni
un sostener de alas ni un abatir primero,
fueron
sombras creadas por la sombra...
Dije:
«Sea» y apareció el misterio.
Dije:
«Haya», y en floración fui nuevo.
Me
esmeré hasta en el mínimo sorber de las raíces...
Con
mi lento fluir, yo te sostengo.
HIJO PRÓDIGO
—Corrí una vez al aire y me perdí en
el viento.
Toqué profundos páramos y timbres
sostenidos.
Pero he vuelto, Dador, y hoy heme
aquí en tus brazos
recibiendo tu amor a torrentes, a
ciegas...
¡Señálame! Tu dedo no acusa ni me
quema:
empuja mi costado para que libre
gire.
¡Acógeme, Hacedor, iguálame a los
tuyos
y te diré del múltiple agradecer
infinito!
¿El cielo no tembló? Todo caía en
racimos.
Yo mismo rodé ciego, desolado, en
pedazos...
¡Acorázame: lléname del néctar de
tus rosas!
¡Húndeme en los abismos o a tu
altura levántame!
LA REFLEXIÓN DE SAULO
—Ya
nunca blandiré palabras ni emociones.
Me
iré a dormir muy lejos del jardín encendido.
Transformaré
mis armas: las fundiré y con ellas
me
haré yo la medalla para grabar mi sino.
¿Por
qué me anduve siempre fijando letras muertas?
¿Por
qué, como alfarero, me entretuve en el barro?
¿Por
qué hube de esperar todo este tiempo, dígome,
cuando
es mejor volverse para besar el látigo!
Yo
me oía en la noche, zumbando en mis temores...
La
oscuridad en su amplio costado me envolvía
hasta
dejarme ciego en mi soledad austera...
Mas
mi Damasco tiene su lógica escondida
porque,
para el milagro de salvación entera,
estaba
yo más ciego cuando dijiste: «Mira».
HIJO PRÓDIGO (2)
Todo
lo puedo.
Regresar
me ha dotado de fuerzas poderosas.
El
hogar paterno me dio sentirme suyo...
y
moraré tranquilo, enamorado eterno.
Cual cervatillo herido que vaga por los bosques
y remonta escarpadas colinas y se pierde,
gira en torno a malezas y breñares
y buscándose a gritos más se pierde,
y se agita y se espanta y más se pierde,
y se abstiene o se lanza y más se pierde,
así anduve, morando entre los hombres...
entre bestias ceñudas y sedientas
de riquezas, honores y oropeles.
y remonta escarpadas colinas y se pierde,
gira en torno a malezas y breñares
y buscándose a gritos más se pierde,
y se agita y se espanta y más se pierde,
y se abstiene o se lanza y más se pierde,
así anduve, morando entre los hombres...
entre bestias ceñudas y sedientas
de riquezas, honores y oropeles.
...Fuime
a beber al mar
y en sus saladas aguas
me
revelé incapaz de comprenderme a mí mismo,
y
he vuelto a las descansos de los dulces arroyos
y
de las claras fuentes y de los ríos límpidos...
RETABLO
Un
corderillo solo
y
herido entre los bosques...
Un
corderillo solo
(podrá crecer la hierba),
la
voz adolorida que clama entre sollozos:
«¡Regrésame,
Pastor, a tus rebaños! ¡Ámame!»
Noventa
y nueve tienes,
noventa y nueve balan.
Noventa
y nueve veces volverás en calma;
mas
el próximo giro no te será apacible...
¡y
yo esperando ardiente que tú me llames! ¡Llámame!
¿Cómo
podré, yo solo, cruzar los altos muros?
Mi
sino es perecer, perderme en la montaña...
¡Aborréceme
tú, que con aborrecerme
tu
espíritu de amor, me sentiré salvado!
...Todo
misericordia, me miras, me redimes,
y
yo lloro y me quedo, como un niño, en tus brazos...
TÓCAME
Y SÁLVAME
Habla
en mi voz, en mí
dormita.
Roja el alma,
entra
en mi piel: sedúceme.
Sintamos
el
ardor de la lluvia, el amor, el abrazo.
¡Úsame,
tómame, sacrifícame, sálvame,
posa
en mí la pasión sin igual, desmedida!
¡Lléname,
llévame, aromatízame, embriágame,
siénteme,
hiéreme, pulverízame, sálvame!
Tú
me escuchas. ¿Te atreves?
Tú me miras ¿Avanzas?
¡Haz
que brote el cantar más solemne, deshazme!
Pon
tu pecho en mi pecho y el milagro concédeme:
¡morir
por ti, por siempre, por lo perfecto! ¡Llágame!
ALQUIMIA
Espíritu:
materia
que se borra.
Espíritu:
materia
que
se crea.
Constante
materia
creándose
y negándose.
Inconstante
materia
sabiéndose
constante.
(Quien
le negó a la piedra
su
aliento espiritual,
quien
ordenó los mundos
que
encontró
ya
ordenados,
echó
la piedra al mar
y
–sordo- no escuchaba
su
más triste sollozo...)
Soy.
Estoy.
Vengo.
Voy.
¿No
me ves?
Soy
la
piedra que va al fondo.
Desciendo.
Mi
sino: el otro extremo.
¿No
me ves? Soy
la
piedra que va al fondo.
La
piedra
cae
al río, cae
desde
el espacio abierto;
cae
la piedra,
se
hunde con su espíritu;
juntos
caen.
Cae
la piedra
y
el viento la desvía.
Cae
la piedra
y
el agua la resiste.
Cae
la piedra
y
el fondo la confunde.
Cae
la piedra hasta el fondo que la forma.
Cae
la piedra en la forma en que fondea.
La
piedra funda el río y lo desborda,
la
piedra funda al río y lo sostiene:
(piedra
filosofal eres tú mismo).
Espíritu
en la piedra:
elíxir
de la vida.
Se
burla del absurdo continente,
traspasa
las barreras, los dominios,
sobrenada
la nada y la supera...
Así
lo señalaron los designios,
así
lo demandó la Ubicuidad.
FIGURACIONES
EL ÁRBOL DE MADRID
El
árbol,
como el propio Hombre,
«avanza»;
avanza apoyado en su pie clavado.
Lo
nombras, y «florece»; florece apoyado en su pie clavado.
Como
el Hombre, el árbol, se enreda, se anida, se enjambra,
se
asombra y se va, se va triscando con su pie clavado.
Sube
(crece), fructifica, se enrumba y rueda con su pie clavado.
POETAS,
SONAJEROS, COMPASES EN EL AIRE,
ACOMETIDA
FORMAL DE LA IMPRESENCIA,
SILUETAS,
NOMBRES,
HOMBRES:
¡El
árbol
camina
y
se queda,
el
árbol
camina,
y
se queda,
el árbol
camina
y
se queda!
(Debes
echar
raíz...
en el
olvido,
para alcanzar
la estatura de los muertos.)
LA COPA DE INVIERNO
Pasar
del tiempo,
pesar
de los adioses,
pisar
de los recuerdos,
posar
de las heridas.
Sí;
irse de bruces,
bajar
la cuesta...
perlas...
perlas...
perlas...
¡Oh,
perlas
desparramadas!
CANDIL
+
Detrás
del espejuelo
y
la fronda
el
hombre mira.
Acucioso,
desteje
la maraña
junto
al otro
(el
Yo que le acompaña,
el
forjador del aire que respira),
y
hermanan la verdad con la mentira,
de
cuentística y luz bellezas bañan,
se
enamoran del día y la montaña
y,
embriagados de sol,
nacen,
expiran...
Así,
Díaz Grullón,
¡helénico!,
la
noche
chocóse
en tus rodillas, la rueda
de
su coche
el
universo vasto del Verbo
desprendió...
Un
día cualquiera vimos
al
límite del vértigo
cambiar
de lado...
Déjanos
abiertos
al recuerdo
leyendo
tu poema
más
alto: ¡el del Adiós!
MAGNITUDES
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LA NIÑA DE
LAS ABEJAS
La
mañana volvía entre penumbras
y
rostros, bajo el dulce asomar de las caléndulas;
el
tiempo no marchaba, puesto que Cronos mismo
miraba
el aleteo ardiente de su caminar.
La
niña removió el cerrojo del instante,
majestuosa
y radiante.
Seguían su aleteo
una
luz y una mano, divinas e invisibles.
Ataviadas,
y al canto, volaron las abejas
-la
razón de su vuelo fue coronarla allí-;
intocada
y salvada de la avalancha dadora,
resurgiste
y volaste por la gracia del dios.
ELEVACIÓN
A Luis Beiro
Habla
el árbol.
Absoluto,
se expresa
en
su lengua vegetal.
Imponente
se alza el árbol
más
allá de su púlpito.
Su
decir tiene aroma,
rubor
y gravidez:
«Ravegna
fe
narecta
e,
nesta
nodon...»
(Ser
que pasa,
toma
el fruto,
nada
debes...)
Habla
el árbol.
Hable
el árbol.
Yo
me callo.
(Ante
esta superior
forma
de vida,
inclino
las rodillas
y
me callo.
En
silencio contemplo
sus
alturas...
porque
mi frágil
corazón
humano...
se
enamora del haz
de
lumbre pura...
y
se siente tan árbol
como
el árbol.)
CARTA A SUETONIO
«No
es lo mismo
-decía
el maestro,
a
ton de chanza o sentencia,
presente
la mínima ocasión-
sin
César
que sin cesar»,
sentencia
o chanza
sacada
de libro alguno
o
de invención propia.
Redonda
la razón:
no
hay
ni es lo mismo
de
los círculos al compás
que
del
compás a los círculos,
siendo
como son
el
hombre círculo, compás
el
supremo dador.
Dios
ve
la cara del hombre;
los
hombres
no
la cara de Dios,
inobediencia
y maldad los obnubilan,
y
división, entre más cosas
por
pensar y escribir
interpuestas
también
entre
círculo trazado y trazador.
Pero
Cayo Suetonio, en fin,
el
fin,
al fin,
al
mismo fin,
cuando
César llamó
compañero
a su soldado
y
Octavio le llamó
soldado
al compañero.
ALTER EGO
Guardo
un guante de seda...
—¡Alegoría!
un
claro pensamiento...
—Di: tu cruz.
un
espejo de mano...
—Un arcabuz…
guardo
un jacinto al sol...
—Y una alegría.
Mis
proezas gloriosas...
—¡Nada es tuyo!
la
razón, el pensar...
—Habla el orgullo.
el
manchado papel...
—¡Dímelo a mí!
Guardo
cosas carísimas...
—Lejanas…
abstractas,
concretas...
—Cotidianas…
para
ese otro que se oculta en mí.
ÍMPETUS
Para
Alvar
Llegamos
hasta
el parque, hoy domingo,
para
subir nuestro papalote...
¡Qué
gran sabiduría: volar los papalotes!
¡Atarnos
a cordón con la libertad...
y con el vuelo...
con
el principio
de
la eternidad!
Pero
hoy
no
sopla el viento...
Alguna
complicidad anda en los árboles...
Pero
el volar insufla medrado paroxismo...
¡Y
queremos llevar el papalote al viento!
«¡Lo
hemos de ver!», les decimos, altas montañas, picos...
¡O
prorrumpen los vientos y elevamos...
o
llenamos los cielos de abanicos!
LA INTENCIÓN
Primera
infancia
de
los intentos.
Exuberancia.
Crepitación.
Desinencia
huidiza
de
las ideas,
raíz
del hecho
(realización).
Le
ataviaban a veces
turbantes
blancos;
no
recuerdo las veces
que
se ocultó…
Y
en las noches de absurdas
interrogantes
la
encontraron temblando
por
la emoción.
(¡Despertad!
Dos vencejos
pasan
volando:
es
divina y humana
la
condición.)
APUNTES
(OFICIO Y OFICIANTE)
«Entonces
ignoraba que también las canciones
como
las hojas secas caían de los árboles...»
Franklin
Mieses Burgos
Poesía.
También
la
vi de niño en las hojas
cayendo
de los árboles...
y
la espié:
no
es la técnica
ni
la falta de ella:
es
un aliento,
un
reposar de óvalos discretos,
es
un acontecer
innecesariamente
verdadero...
2
Poeta:
el
niño que se queda fabulando...
por
sacar el saber de la alcancía.
¡Dichoso
hombre que rompe la alcancía
-pues
siente, bulle y ama en demasía-
y
rueda en la existencia sin un método!
PALABRAS DE OTÓN
Rugido
que retumba
en
el vacío...
Florecida
en el mar,
naciente
cosa...
Así,
desencontrado,
ardiente
o
frío,
alicaído
a
veces, a veces
impetuoso,
desbrozo
encrucijadas,
desmonto
las arenas,
traspaso
las barreras,
deshago
las fronteras
y
adelanto.
Adelanto.
Me
yergo y adelanto.
(Pedí
perdón por las soberbias
y
las iras,
por
el amor
en
exceso, el saber
de
las pupilas
y
el desdecir y el dardo
echado
al viento.)
Marcharé
entre las brasas,
bajo
el lecho
de
los ríos,
marcharé
con los pies
destrozados,
¡oh, pies míos!,
pero
marcho,
pero
marcho, pero marcho,
pero
marcho, pero marcho, pero marcho...
A RITMO DE TAMBOR
(poema
circular)
Y
contento te marchas
si
tu poema
ha
quedado grabado
sobre
la piedra.
Siglos
vienen volando
y
siglos van:
tu
poema en la piedra
se
lee igual.
No
te rindas, poeta,
no
te resignes
hasta
verlo plantado
como
una esfinge.
Pule,
pule tu verso
como
a tu sable:
hasta
que grite
o
hasta que hable.
Sé
tú mismo reflejo
de
tu escultura,
pero
cuídate mucho
de
la locura,
la
que mira sin ojos,
la
que relumbra
sin
luz, y sin ruido
tumba
y retumba;
la
que llama sin voz
y
cuando me llama
no
respondo: prefiero
a
su otra hermana,
menos
cruel, menos dura,
menos
frenética,
más
hermosa sin dudas,
aunque
esquelética,
que
es amable y paciente
porque
ella espera
que
termine las líneas
de
mi poema,
y
con ella me marcho
si
mi poema
ha
quedado grabado
sobre
la piedra.
Siglos
vienen volando
y
siglos van:
mi
poema en la piedra
se
lee igual.
No
me rindo, poeta,
no
me resigno
hasta
verlo plantado
como
una esfinge.
Pulo,
pulo mi verso
como
a mi sable:
hasta
que grite
o
hasta que hable.
Soy
yo mismo el reflejo
de
mi escultura,
pero
cuídome mucho
de
la locura,
la
que mira sin ojos,
la
que relumbra
sin
luz, y sin ruido
tumba
y retumba;
la
que llama sin voz
y
cuando te llama
no
respondes: prefieres
a
su otra hermana,
menos
cruel, menos dura,
menos
frenética,
más
hermosa sin dudas,
aunque
esquelética,
que
es amable y paciente
porque
ella espera
que
termines las líneas
de
tu poema...
Y
contento te marchas
si
tu poema
ha
quedado grabado
sobre
la piedra.
Siglos
vienen volando
y
siglos van...
[1] Me refiero a los números primos,
divisibles enteramente por ellos mismos y por la unidad, que es Dios. (N.del A.)
__________________________
Leopoldo Minaya
Estadounidense nacido en el nordeste de la isla de Santo
Domingo (noviembre 15, 1963), isla donde estudió leyes y se recibió de doctor
en derecho, por lo que posee una triple nacionalidad (universal, primeramente). Cursó
además una maestría en Educación Urbana en el estado de New York.
Otras obras escritas y publicadas:
En el género infantil-juvenil:
La canción de Angelina, Historia
de la doncella que fue a la guerra, Cuento de los dos quijotes, Historia del
niño René Rosales y de la flauta encantada, El tiempo niño o El libro de
Alexander, Romance del pastorcillo, El conde niño.
También Charada al pie de la luna, obra de teatro para niños.
En el género Poesía: Oscilación de péndulo,
1984; Preeminencia del tiempo, 1993; Preeminencia del
tiempo y otros poemas, 1998; La hora llena, 2007; Poemas
imaginarios, 2007, Los cantos sagrados y otros poemas (2019).
Con El libro de la hormiga y Fabulilla
de la isla de Santo Domingo o del halcón gerifalte y la zorra mañosa, el
primero en prosa, el segundo en verso, incursiona en el difícil manejo
de personajes que propenden a la crítica social y de la conducta humana (2020).
Tiene ensayos y comentarios críticos sobre temas literarios
en periódicos y revistas nacionales e internacionales y en la red internet.
Blog oficial:
poemasdeleopoldominayablogspot.com
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