viernes, 26 de abril de 2019

16 SONETOS

Preeminencia del tiempo, 1993




Edición de 1998

















EL NÚMERO

El secreto del número -el través
de todo lo mortal o aparecido-
ha sumado ha restado ha dividido
desoyendo las leyes de Moisés

Como grupo juntaron treinta y tres
Un siete son los sabios... y esculpido
hay un dos en la flecha de Cupido
y en el Gólgota -heridos- reinan tres

Difundió su semilla en epidemias
abolló las ubicuas polisemias
poseyó las medidas de las ágoras

empapó cada cosa el lecho el vaso
y el mundo saltarín como un payaso
sobre la hipotenusa de Pitágoras







CARTA A MI PADRE

Usamos el marfil del intelecto
para hollar la frontera en que existimos,
trajinar que lo hacemos..., que lo hicimos
cuando fuimos en pos de lo perfecto.

De nada nos sirvió el ángulo recto,
la entereza del número en los primos,[i]
si al pie de cada tarde nos morimos
no como lo hace el pedestal (erecto).

La locura era música y poesía
y tocamos su túnica vacía
como franco veneno del dolor...

Y en sus potros azules cabalgamos
la más dulce visión que Nostradamus
en pandectas jamás imaginó.







PERSISTENCIA DE LA LLUVIA

Llueve. Llueve. Lo gris. La transparencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.

Llueve. Llueve. Golpea con insistencia
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.

Otro ruido no llega. Otro sonido
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.

Solo la lluvia hurgando la vivencia...
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.          





ARTE POÉTICA

Otro intento, otro más, ya concluido
el primero. Después surge la idea
al intento tercero. Cuando crea
se abstrae y abstrae sus sentidos.

Modelando el poema, se mantiene
arrimado a los bordes del infierno;
él lucha por hacerlo sempiterno
sin saber contra qué ni contra quiénes.

La metáfora fulge como un haz
de energía viviente –fas, nefas-
que penetra en su ser y lo electriza…

De lo dicho y oído se desprende:
Quien escribe estos versos no comprende
que es polvo, que es humo, que es ceniza.






¿QUIÉNES ANDAN EL FRÍO DE NEW YORK?

El aullido se adentra y fosforece
punza la oscuridad (se vuelve el rostro)
el aullido luminoso y estridente
el aullido

Rompe el cerco la posición del pie
anda las tuberías bruff resuena y cae
el trozo el filamento retorcido
invadido de luz y llamarada

Penetra el aullido —punta de la raíz—
papeles legajos manuscritos todo
consumiéndose quemándose hasta esas formas

que cuelgan en mi cuarto
El aullido fulmina en los pavores resplandece
y se extingue en la boca de los gangsters






ACTO DE CONTRICIÓN

Soy un hombre maldito. Yo debía
orientarme en sentido de tu huella,
Señor, seguirla fiel, errar con ella
y tras ella después plantar la mía.

¡Tanto pequé! Reí, mientras se abría
una llaga en tu pecho, mientras sella-
bamos la profecía de la estrella
que del cielo bajó hasta la agonía.

Otros siguieron firmes tus senderos,
los últimos se hicieron los primeros,
repartiendo el perdón y tus ayudas…

Dame tu redención, tu voz, amigo:
no soporto este peso, este castigo
de mis treinta monedas, como Judas.








SONETO DE MI ROSTRO

Este rostro alargado, con un dejo
de augusta ensoñación y diligente
tristeza, cicatriz fija en la frente
(así lo empiezo a ver sobre el espejo);

este rostro lampiño que bosquejo
y me hace aparentar un reverente
sacerdote, y se exhibe ante la gente
desnudo, resistiendo a su complejo;

este rostro de labios y nariz
prominentes, con ojos como grutas,
que no es apuesto, siendo verdadero;

este rostro que toma otro cariz
—por vergüenza y temor— cuando lo escrutas,
es el que adoras tú y así lo quiero.






PREEMINENCIA DEL TIEMPO

Yo lo sé y aquí
todos lo sabemos. Quizá
otros lo han sabido y sentido
y dolido

El tiempo ha sido —en todo tiempo—
tribulación y desatino
cuchillo de desastre de caos de hecatombe
cuchillo siempre

Y entre tiempo y espacio —pregunto— ¿do la preeminencia?
¿do la supremacía y el poder y el liderato?
¿do los mandos?

Esto sé:
atenuamos los espacios con Sputniks y el tiempo
aceptámoslo como era y —péndulo— oscilamos








LA MANO DE ESPARTACO

                              Al novelista Howard Fast

Crixo, la mano diestra de Espartaco, el que tuvo
en su niñez un sueño de paz, de redención,
murió aquella mañana en que embrazó su escudo
y fuese a la batalla, radiante y tibio el sol.

Estaba muerto aún antes, antes que a Roma plugo
la intención de anidar el acero en su cuerpo,
Crixo la mano diestra de Espartaco, el que tuvo
en su niñez un sueño de paz… ya estaba muerto.

Murió cuando Espartaco lloró; cuando las huestes
de Roma se encimaron; murió cuando la sal,
el polvo del camino y la suerte de los suyos

uníanse, alejando su redención, su paz;
murió cuando ese sueño que tuvo desde niño
pasaba, como pasan las cosas… Tiempos ha.







CONTRICIÓN

Actúo y me reprendo, peco y viene
el arrepentimiento a la conciencia;
el juez que soy yo mismo da sentencia
que o castiga o advierte o reconviene.

Y al par, en la defensa, me declaro
inocente ante cargos autoimpuestos,
en favor de mi causa y contra éstos,
el juez que me castiga me da amparo.

Abogo. Testifico. Escucho. Digo.
Me absuelvo o me condeno, resignado.
Así pasan los tiempos, mientras ligo

dentro de mí, en mi ser, a un acusado
y una parte agraviada y un testigo
y un fiscal y un juez y un abogado.





PEQUEÑA CONSEJA QUE CUENTAN DE
LA PRINCESA DARIANA
(según Severo Branchs, un grande –por lo desconocido–
poeta ultraísta.)


La princesita vino del mundo.
                                               Anduvo presa
durante tanto tiempo en el vientre de Palacio
que estuvo al borde casi, sin tiempo, sin espacio,
de aquel espaciotiempo ignorado, de la huesa.

Y el rey, al verla enferma, con una de las criadas
mandó llamar su feo y grotesco mayordomo
y hablóle con profundo pesar, le dijo: “Como
es frágil, rodeadla de cosas delicadas”.

La envió con él. El ocio descanso necesita.
Se fueron. Regresaron. ¡Tris-tras! La princesita
nos trajo ya más cosas que versos de Lugones

y normas de etiqueta con su aire de señora.
Afirma que conoce la esperma. Desde ahora,
ama las cosas feas, grotescas, con sus dones…







ADJETIVACIÓN

Simétrico perfecto fino afable
voluptuoso brillante delicado
sin burdas asperezas deseable
diamantino redondo u ovalado

O bien vago asimétrico e informe
y grotesco y opaco y lacerado
prematuro sin visos atractivos
primitivo cortante inadecuado

Lozano acariciable sutil suave
la color perceptible y duradera
u opaco asimétrico cortante

repugnante sin brillo comoquiera
el párpado les falta a las agujas
al aceite en el agua, a las tijeras…







FREDDY GATÓN ARCE

Dase tu cabalgata desde el hombre hasta el Sur
y el Sur y el hombre caben en tu cabalgadura.
Hablas
y que tu voz resuena como proverbios, dase.

Se dio por puesta en foja de escribano
el hallazgo de pecios
—no a la fecha, no al nombre, como acuerda el misterio—
y el misterio escribano acordó habitar tu foja.

Dase que tú demuestras que el Todo es la Poesía
(la foja, el escribano, y el hallazgo, y el pecio),
dase que yo me atrevo a repetir lo que siempre

pensé de ti y ha tiempo otro pensó y te dijo:
“Tú heredaste la gracia de tu pueblo, el tono bíblico,
el nervio de la idea y la palabra”. [ii]





EN LA MUERTE DE ABEL

Primero fue Caín antes que Dios
ordenara marcara dispusiera.
Antes que Adán, algo y nada fue Caín,
antes que el hecho

y mis propios abuelos (asumieron
la Creación y esta historia de sangre que contaron
entre nietos, bisnietos
y sobrinos

boquiabiertos:
tanta en sus labios sin peso ni espesor,
tanta la hondura)

Primero fue Caín antes que todo.
Y luego Dios, la voz de Dios, lo inevitable
de la voz de Dios…









AMORES DE CLEOPATRA Y MARCO ANTONIO
(Decimoquinta versión)

Confiesan las cortinas, el muro, el enrejado,
pero la escena es obra bendita del Demonio…
De pie, como aturdido, se encuentra Marco Antonio
absorto ante Cleopatra, como lo vio Machado.

Despierta y se despoja de cetro y armadura
(no se oye nada, solo respiración se escucha)
y cuerpo a cuerpo ruedan en la flagrante lucha
de sensaciones, besos, espasmos y aventura.

Y cuando el gran soldado romano con su pierna
abre las deslumbrantes y enormes de la reina,
huyo de allí, de todo, medio turbado y atra-

vieso los matorrales, jurándole al Demonio…
¡Luzbel, quién estuviera en lugar de Marco Antonio!
¡Poder libar las piernas pensantes de Cleopatra!






DECLARACIÓN DE SEPTIMIO VARO
(escribano en la corte de  Nerón)

Yo, que no tuve nada… un hombre solo,
el mineral que abona los caminos,
arrebol trastornado, sementado:
escribo.

Yo, que no tuve nada… ¡Oh alabastro!
¡Oh, equidad rompiendo! ¡Oh los destinos!
¡Oh, las manos vacías y el corazón y el ánimo!
¡Oh, abrigo!

Lo absoluto se alza. Lo imposible
se despliega.
Mi riqueza ya toma cuerpo y alma

y al burdo se le niegan…
Yo, que no tuve nada, hoy tengo una
piedra para orinarme cuando quiera.














[i] Los números primos, divididos enteramente por ellos mismos y por la Unidad, que es Dios.
[ii] Se cita al poeta don Lupo Hernández Rueda.








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Leopoldo Minaya
Estadounidense nacido en el nordeste de la isla de Santo Domingo, isla donde estudió leyes y se recibió de doctor en derecho.  Cursó además una maestría en Educación urbana en el estado de New York.
Otras obras escritas en el género infantil-juvenil: Historia de la doncella que fue a la guerra, Cuento de los dos quijotes, Historia del niño René Rosales y de la flauta encantada, Cantar de flor y sombrerito, Romance del pastorcillo y La leyenda del conde niño. También Charada al pie de la luna, obra de teatro para niños.
En el género Poesía ha escrito: Oscilación de péndulo, 1984; Preeminencia del tiempo, 1993; Otros poemas, 1998; La hora llena, 2007; Poemas imaginarios, 2007, Los Cantos sagrados (inédito). 
Con El libro de la hormiga y Fabulilla de la isla de Santo Domingo y otras fábulas incursiona en el manejo de personajes que propenden a la crítica social y humana.