jueves, 14 de febrero de 2019

Arrebátame la toga y el bastón, Señor


Por Leopoldo Minaya

Arrebátame la toga y el bastón, Señor, dame una azada
de hierro voluntarioso para labrar la tierra:
válgame de las manos resueltas y anodinas
antes que de palabra servil o mentirosa.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
                      
¿Os parece justa la ley? ¿parece justa?
¡No cedáis ante la trampa de las apariencias!
Ignora el hombre la niveladora justicia de las aguas,
contradice el empuje de la ciega raíz…

La ley es la voluntad escrita de los poderosos
y su excepción es la voluntad no escrita de los poderosos,
y he de decírtelo, Dios, con expresiones rectas,
sin atavíos ni floreos, sin subvertir sintaxis,
sin pretender pontificar en… o desde el lenguaje
como hacen los artistas de la gala o el estilo;
mas, ¿he de llegar a ti con tales artificios...?,
¿a ti, que eres Maestro en todos los idiomas?,
¿a ti, que eres señor de todas las palabras?
La Verdad es la belleza inmanente, la belleza eminente,
la belleza evidente, la belleza quiescente...
¿y quién es ese que ha dicho: «La belleza no cabe en el poema
ni en la oración»?

Arráncame la vara, los símbolos de autoridad; dame un arado
de acero trabajoso para vetear la tierra.
Oblígame a plantar, Señor, produzca el cieno
el milagro del arroz, el eco de los pájaros…
Porque todo poder del hombre se sustenta en el engaño,
en su capacidad de engaño reside su «grandeza».
Divídese el mundo puntualmente
entre los que imponen el engaño por concupiscencia
y los que aceptan la artimaña por provecho
o debilidad.

¿Cuándo dirás, Dios mío: «Tomaré la Tierra
y la haré volver a sus orígenes, la haré temblar,
removeréla desde sus cimientos,
para que haya verdad de nuevo entre expansión y expansión
como fuera al albor, en los inicios,
antes de la dominación desmedida de la cosa,
antes del fuego y el heno, del resplandor terrible
de la conflagración,
antes de que alejárase el extremo del extremo
de la pizarra inmunda
y la negociación dolorosa del pecado»?

El hombre no tiene fe en ti, aunque lo diga;
no tengas fe en el hombre.

Cuando juremos buscarte,
no nos creas;
cuando aseguremos servirte,
no nos creas;
y si abrimos la boca
no nos creas.
¡No nos creas, no nos creas, no nos creas…!

Oh, Señor, como se corta un hilo
con tijeras deslumbrantes de tan nuevas,
¡por la sola dispensación de tu vasta Misericordia!,
¿por qué no quitas al hombre el libre albedrío,
haciéndolo obrar según tu Voluntad
para que adquiera encanto de olorosa madera,
y el júbilo se adentre en el redoble,
y nos redimas,
y amemos y abracemos y cantemos,
y nos salves a nosotros 
de nosotros…



2 comentarios:

  1. Que belleza, parece un nuevo renacer del libro de los proverbios, estos son los proverbios de nuestra época. Que encantador!!!

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  2. Que belleza, parece un nuevo renacer del libro de los proverbios, estos son los proverbios de nuestra época. Que encantador!!!

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