Por Leopoldo Minaya
Arrebátame la toga y
el bastón, Señor, dame una azada
de hierro
voluntarioso para labrar la tierra:
válgame de las manos
resueltas y anodinas
antes que de palabra
servil o mentirosa.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
¿Os parece justa la
ley? ¿parece justa?
¡No cedáis ante la
trampa de las apariencias!
Ignora el hombre la
niveladora justicia de las aguas,
contradice el empuje
de la ciega raíz…
La ley es la voluntad
escrita de los poderosos
y su excepción es la
voluntad no escrita de los poderosos,
y he de decírtelo,
Dios, con expresiones rectas,
sin atavíos ni
floreos, sin subvertir sintaxis,
sin pretender
pontificar en… o desde el lenguaje
como hacen los
artistas de la gala o el estilo;
mas, ¿he de llegar a
ti con tales artificios...?,
¿a ti, que eres
Maestro en todos los idiomas?,
¿a ti, que eres señor
de todas las palabras?
La Verdad es la
belleza inmanente, la belleza eminente,
la belleza evidente,
la belleza quiescente...
¿y quién es ese que
ha dicho: «La belleza no cabe en el poema
ni en la oración»?
Arráncame la vara,
los símbolos de autoridad; dame un arado
de acero trabajoso
para vetear la tierra.
Oblígame a plantar,
Señor, produzca el cieno
el milagro del arroz,
el eco de los pájaros…
Porque todo poder del
hombre se sustenta en el engaño,
en su capacidad de
engaño reside su «grandeza».
Divídese el mundo
puntualmente
entre los que imponen
el engaño por concupiscencia
y los que aceptan la
artimaña por provecho
o debilidad.
¿Cuándo dirás, Dios
mío: «Tomaré la Tierra
y la haré volver a
sus orígenes, la haré temblar,
removeréla desde sus
cimientos,
para que haya verdad
de nuevo entre expansión y expansión
como fuera al albor,
en los inicios,
antes de la
dominación desmedida de la cosa,
antes del fuego y el
heno, del resplandor terrible
de la conflagración,
antes de que
alejárase el extremo del extremo
de la pizarra inmunda
y la negociación
dolorosa del pecado»?
El hombre no tiene fe
en ti, aunque lo diga;
no tengas fe en el
hombre.
Cuando juremos
buscarte,
no nos creas;
cuando aseguremos
servirte,
no nos creas;
y si abrimos la boca
no nos creas.
¡No nos creas, no nos
creas, no nos creas…!
Oh, Señor, como se
corta un hilo
con tijeras
deslumbrantes de tan nuevas,
¡por la sola
dispensación de tu vasta Misericordia!,
¿por qué no quitas al
hombre el libre albedrío,
haciéndolo obrar
según tu Voluntad
para que adquiera
encanto de olorosa madera,
y el júbilo se
adentre en el redoble,
y nos redimas,
y amemos y abracemos
y cantemos,
y nos salves a
nosotros
de nosotros…
Que belleza, parece un nuevo renacer del libro de los proverbios, estos son los proverbios de nuestra época. Que encantador!!!
ResponderBorrarQue belleza, parece un nuevo renacer del libro de los proverbios, estos son los proverbios de nuestra época. Que encantador!!!
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