Nota: Pulsando el enlace arriba indicado podrá leer completamente Oscilación de Péndulo, de Leopoldo Minaya, en forma de libro digital cuyas páginas ruedan a la derecha y a la izquierda como en el libro físico. Estos son los poemas de adolescencia del autor, escritos entre los 13 y los 17 años. En ordenadores de escritorio y otros artefactos de pantalla agrandada resulta más cómoda su lectura, según mi propia experiencia. Puede leerse igualmente en teléfono portátil, aunque no tan cómodamente. Si desea leer una selección en este blog, continúe abajo, luego de la portada:
SELECCIÓN:
DE
AQUELLOS DÍAS
DEL
CARNAVAL PERUANO
Llega
la noche ya. Las aspas de un insecto,
borrachas,
sobrevuelan las luces de neón.
Y
todo es ruido y gloria y diversiones, efecto
y
causa de ese vértigo que encierra la ovación.
Las
luces se dilatan y se mantiene erecto,
rígido,
el pedestal de espalda al murallón.
A
mano izquierda un niño de rostro circunspecto;
a
la derecha el ritmo, la gracia: el orfeón.
El
tiempo que transcurre se entrega a lo estridente
como
a una moza bella y desnuda, felizmente.
Llega
la noche ya… Se escucha presurosa.
Y
chillan los mancebos y cruzan sin mucetas
obispos
y doctores… en tanto unos poetas
van
tras el pro y el contra y el quid de cada cosa.
RÍO
NAGUA
Debajo
de
la fontana que formas
y
te forma,
de
tu desembocadura estrepitosa a veces
(primera
caída de bruces
que
conozco),
debajo
de tus charcos, ensanchamientos
dispuestos
como estómagos,
debajo
de tus aguas,
de
tu cuerpo copiado de los crótalos,
—anonadada
anonadándose—
queda
la huella del último desborde
que,
rudo, cometiste
contra
el hombre.
Y
cuentan,
más
las mentiras,
que
subiste y bajaste sin esfuerzo
los
declives y las haldas
y
en un segundo apenas, en un
”este
es el mundo”
se
hizo alud la ataraxia de tus piedras
y
un infierno el furor de tu corriente
infinitesimal.
Y
cuentan,
cuentan
también:
ahogaste
la dueña de las tiendas,
la
turca sin turco y sin Turquía,
aquella
que asustóme:
—Si
me besas
(en
la frente, en el labio, en
todo
sitio),
con
solo hacerlo,
ya
serás un viandante hasta la muerte.
O
si puedes
lávate
con agua abundante y abundante
jabón
y
de
igual manera
ya
serás un viandante hasta la muerte—.
De
suerte que ahogaste a aquella hembra,
tu
fuerza más grandes que sus nalgas.
Mañana,
cuando
hurguen tu cuerpo los hombres, explorando,
no
hallarán en tu fondo galeones ni oro,
sino
llantos, lamentos, quejido sordo.
Llantos,
lamentos, quejido sordo;
además
un
atabal tocado por las manos del tiempo,
una
gayumba muda
y
una mujer disuelta.
DEL
ESTRIDOR AL ÉXTASIS
Cuando
tú llegas
rompen
las puertas sus prohibiciones
los
espacios se ofrecen para que los transites
y
la casa
—silencio
anacronismo—
llena
de estridores los cuartos y los pisos
y
es como si la habitaran
címbalos
Cuando
tú llegas Diana
cuando
tú llegas
hablan
chillones los estantes
los
árboles las gentes
recobran
el color rojoruidoso
las
ventanas
Hasta
mí llegas y
de
sobresalto quedas
mansamente
mirándome
dianamente
observándome
Entonces
estalla
el frasco
y el silencio
se
derrama
AGOSTO,
1981
Contra
el salitre de este mar nerudesco
o
frente al galpón repleto de luces y estudiantes
evadíamos
el tedio
—su sable—
tú
con tu sueño largo encallado en tu propio cuerpo
yo
con el mismo sueño
o
mi camisa blanca
Después
de la clase de filosofía pensábamos
pensábamos
no en Marx no en Nietzsche no en Descartes
tu
mano retomaba fuertemente la mía
el
cielo era un gran ojo nuboso y nos miraba
Pero
el tiempo la fiera desprovista y cobarde
y
lo duro y lo adverso de este mundo pactaron
hoy
no cuelgan tus ojos del espacio no cuelgan
hoy
no estás en el aula 103 como antes
No hay comentarios.:
Publicar un comentario