Nota: Pulsando el enlace arriba indicado podrá leer completamente Preeminencia del tiempo y otros poemas, de Leopoldo Minaya, en forma de libro digital cuyas páginas ruedan a la derecha y a la izquierda como en el libro físico. En ordenadores de escritorio y otros artefactos de pantalla agrandada resulta más cómoda su lectura, según mi propia experiencia. Puede leerse igualmente en teléfono portátil, aunque no tan cómodamente. Si desea leer una selección en este blog, continúe abajo, luego de la portada:
SELECCIÓN
PERSISTENCIA DE LA LLUVIA
Llueve.
Llueve. Lo gris. La transparencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.
Las casas amorradas. Los cristales
empañados. El frío en los metales.
El recuerdo del vicio y la apetencia.
Llueve.
Llueve. Golpea con insistencia
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.
la gota en el tejado. Son rivales
acérrimos. Son manos y atabales
disputándose cetro y preeminencia.
Otro ruido
no llega. Otro sonido
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.
diferente del sordo de la lluvia
no se acerca ni cuelga del oído.
Solo la
lluvia hurgando la vivencia...
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.
Y un rum-rum interior. Solo la lluvia
horadando mi techo y mi conciencia.
ARTE POÉTICA
Otro intento, otro más, ya concluido
el primero. Después surge la idea
al intento tercero. Cuando crea
se abstrae y abstrae sus sentidos.
Modelando el poema, se mantiene
arrimado a los bordes del infierno;
él lucha por hacerlo sempiterno
sin saber contra qué ni contra quiénes.
arrimado a los bordes del infierno;
él lucha por hacerlo sempiterno
sin saber contra qué ni contra quiénes.
La metáfora fulge como un haz
de energía viviente, tempestad
que penetra en su ser y lo electriza…
de energía viviente, tempestad
que penetra en su ser y lo electriza…
De lo dicho y oído se desprende:
Quien escribe estos versos no comprende
que es polvo, que es humo, que es ceniza.
Quien escribe estos versos no comprende
que es polvo, que es humo, que es ceniza.
¿QUIÉNES ANDAN EL FRÍO DE NEW YORK?
El
aullido se adentra y fosforece
punza
la oscuridad (se vuelve el rostro)
el
aullido luminoso y estridente
el
aullido
Rompe
el cerco la posición del pie
anda
las tuberías bruff resuena y cae
el
trozo el filamento retorcido
invadido
de luz y llamarada
Penetra
el aullido —punta de la raíz—
papeles
legajos manuscritos todo
consumiéndose
quemándose hasta esas formas
que
cuelgan en mi cuarto
El
aullido fulmina en los pavores resplandece
y
se extingue en la boca de los gangsters
ACTO
DE CONTRICIÓN
Soy
un hombre maldito. Yo debía
orientarme
en sentido de tu huella,
Señor,
seguirla fiel, errar con ella
y
tras ella después plantar la mía.
¡Tanto
pequé! Reí, mientras se abría
una
llaga en tu pecho, mientras sella-
bamos
la profecía de la estrella
que
del cielo bajó hasta la agonía.
Otros
siguieron firmes tus senderos,
los
últimos se hicieron los primeros,
repartiendo
el perdón y tus ayudas…
Dame
tu redención, tu voz, amigo:
no
soporto este peso, este castigo
de
mis treinta monedas, como Judas.
SONETO
DE MI ROSTRO
Este
rostro alargado, con un dejo
de
augusta ensoñación y diligente
tristeza,
cicatriz fija en la frente
(así
lo empiezo a ver sobre el espejo);
este
rostro lampiño que bosquejo
y
me hace aparentar un reverente
sacerdote,
y se exhibe ante la gente
desnudo,
resistiendo a su complejo;
este
rostro de labios y nariz
prominentes,
con ojos como grutas,
que
no es apuesto, siendo verdadero;
este
rostro que toma otro cariz
—por
vergüenza y temor— cuando lo escrutas,
es
el que adoras tú y así lo quiero.
PREEMINENCIA
DEL TIEMPO
Yo
lo sé y aquí
todos
lo sabemos. Quizá
otros
lo han sabido y sentido
y
dolido
El
tiempo ha sido —en todo tiempo—
tribulación
y desatino
cuchillo
de desastre de caos de hecatombe
cuchillo
siempre
Y
entre tiempo y espacio —pregunto— ¿do la preeminencia?
¿do
la supremacía y el poder y el liderato?
¿do
los mandos?
Esto
sé:
atenuamos
los espacios con Sputniks y el tiempo
aceptámoslo
como era y —péndulo— oscilamos
LA
MANO DE ESPARTACO
Al novelista Howard
Fast
Crixo,
la mano diestra de Espartaco, el que tuvo
en
su niñez un sueño de paz, de redención,
murió
aquella mañana en que embrazó su escudo
y
fuese a la batalla, radiante y tibio el sol.
Estaba
muerto aún antes, antes que a Roma plugo
la
intención de anidar el acero en su cuerpo,
Crixo
la mano diestra de Espartaco, el que tuvo
en
su niñez un sueño de paz… ya estaba muerto.
Murió
cuando Espartaco lloró; cuando las huestes
de
Roma se encimaron; murió cuando la sal,
el
polvo del camino y la suerte de los suyos
uníanse,
alejando su redención, su paz;
murió
cuando ese sueño que tuvo desde niño
pasaba,
como pasan las cosas… Tiempos ha.
CONTRICIÓN
A M. Germán Brito
Actúo
y me reprendo, peco y viene
el
arrepentimiento a la conciencia;
el
juez que soy yo mismo da sentencia
que
o castiga o advierte o reconviene.
Y
al par, en la defensa, me declaro
inocente
ante cargos autoimpuestos,
en
favor de mi causa y contra éstos,
el
juez que me castiga me da amparo.
Abogo.
Testifico. Escucho. Digo.
Me
absuelvo o me condeno, resignado.
Así
pasan los tiempos, mientras ligo
dentro
de mí, en mi ser, a un acusado
y
una parte agraviada y un testigo
y
un fiscal y un juez y un abogado.
PEQUEÑA
CONSEJA QUE CUENTAN
DE
LA PRINCESA DARIANA
(según Severo
Branchs, un grande –por lo desconocido–
poeta ultraísta.)
La
princesita vino del mundo.
Anduvo presa
durante
tanto tiempo en el vientre de Palacio
que
estuvo al borde casi, sin tiempo, sin espacio,
de
aquel espaciotiempo ignorado, de la huesa.
Y
el rey, al verla enferma, con una de las criadas
mandó
llamar su feo y grotesco mayordomo
y
hablole con profundo pesar, le dijo: «Como
es
frágil, rodeadla de cosas delicadas».
La
envió con él. El ocio descanso necesita.
Se
fueron. Regresaron. ¡Tris-tras! La princesita
no
trajo ya más cosas que versos de Lugones
y
normas de etiqueta con su aire de señora.
Afirma
que conoce la esperma. Desde ahora,
ama
las cosas feas, grotescas, con sus dones…
ADJETIVACIÓN
Simétrico
perfecto fino afable
voluptuoso
brillante delicado
sin
burdas asperezas deseable
diamantino
redondo u ovalado
O
bien vago asimétrico e informe
y
grotesco y opaco y lacerado
prematuro
sin visos atractivos
primitivo
cortante inadecuado
Lozano
acariciable sutil suave
la
color perceptible y duradera
u
opaco asimétrico cortante
repugnante
sin brillo comoquiera
el
párpado les falta a las agujas
al
aceite en el agua, a las tijeras…
FREDDY
GATÓN ARCE
Dase
tu cabalgata desde el hombre hasta el Sur
y
el Sur y el hombre caben en tu cabalgadura.
Hablas
y
que tu voz resuena como proverbios, dase.
Se
dio por puesta en foja de escribano
el
hallazgo de pecios
—no
a la fecha, no al nombre, como acuerda el misterio—
y
el misterio escribano acordó habitar tu foja.
Dase
que tú demuestras que el Todo es la Poesía
(la
foja, el escribano, y el hallazgo y el pecio),
dase
que yo me atrevo a repetir lo que siempre
pensé
de ti y ha tiempo otro pensó y te dijo:
«Tú
heredaste la gracia de tu pueblo, el tono bíblico,
el
nervio de la idea y la palabra». [1]
[1] El poeta don Lupo Hernández Rueda.
EN
LA MUERTE DE ABEL
Primero
fue Caín antes que Dios
ordenara,
marcara, dispusiera.
Antes
que Adán, algo y nada fue Caín,
antes
que el hecho
y
mis propios abuelos (asumieron
la
Creación y esta historia de sangre que contaron
entre
nietos, bisnietos
y
sobrinos
boquiabiertos:
tanta
en sus labios sin peso ni espesor,
tanta
la hondura)
Primero
fue Caín antes que todo.
Y
luego Dios, la voz de Dios, lo inevitable
de
la voz de Dios…
AMORES
DE CLEOPATRA Y MARCO ANTONIO
(Decimoquinta
versión)
Confiesan
las cortinas, el muro, el enrejado,
pero
la escena es obra bendita del Demonio…
De
pie, como aturdido, se encuentra Marco Antonio
absorto
ante Cleopatra, como lo vio Machado.
Despierta
y se despoja de cetro y armadura
(no
se oye nada, solo respiración se escucha)
y
cuerpo a cuerpo ruedan en la flagrante lucha
de
sensaciones, besos, espasmos y aventura.
Y
cuando el gran soldado romano con su pierna
abre
las deslumbrantes y enormes de la reina,
huyo
de allí, de todo, medio turbado y atra-
vieso
los matorrales, jurándole al Demonio…
¡Luzbel,
quién estuviera en lugar de Marco Antonio!
¡Poder
libar las piernas pensantes de Cleopatra!
DECLARACIÓN
DE SEPTIMIO VARO
(escribano
en la corte de Nerón)
Yo,
que no tuve nada… un hombre solo,
el
mineral que abona los caminos,
arrebol
trastornado, sementado:
escribo.
Yo,
que no tuve nada… ¡Oh alabastro!
¡Oh,
equidad rompiendo! ¡Oh los destinos!
¡Oh,
las manos vacías y el corazón y el ánimo!
¡Oh,
abrigo!
Lo
absoluto se alza. Lo imposible
se
despliega.
La
riqueza ya toma cuerpo y alma
y
al burdo se le niegan…
Yo,
que no tuve nada, hoy tengo una
piedra
para orinarme cuando quiera.
INCIERTA
VEZ, MI PADRE…
(u
Homenaje a Cortázar)
Mi
padre era un hombre terrible.
Hasta
lo peor medró en su boca.
Me
llevó a pensar
a
punto y lugar donde se piensa:
En
las barbas de un hombre se ocultan las arañas
y
también
una
intención y otra y un cúmulo
de
intenciones.
¿Esas
intenciones conjugadas y dispersas,
quién
diablos las agrupa y las esparce?
«No
probarás la sal si está yodada»,
oí
decir a alguien
mientras
accedía a la mesa, riendo.
Y
en la risa, y en la mirada,
están
los dientes, los mismos, esos que ríen y ven
la
revelación verdadera
dada
por un poeta
mísero
de todo, mísero de pan y sal,
en
solas direcciones y en solo los reveses.
Un
viejo toca el acordeón, y sonríe;
en
la barriga menuda, el acordeón toca al viejo, y sonríe.
El
acordeón es viejo, el viejo un acordeón.
Acordeones
viejos, ríen.
Sobre
las cinco menos cuarto,
como
sobre un cadáver,
alguien
pasa.
Ese
alguien que pasa, pasa.
¿Quién
era? ¿Quién fue? ¿A quién amaba?
¿Volveremos
a encontrarnos algún día
frente
a esta puerta?
Pasará
ante mí nueva vez y me fijaré en él
y
preguntaré quién era, y quién fue, y a quién amaba?
La
palabra me aturde.
Un
No es la tragedia, la ruda tribulación.
Es
un brazo sangrante y desprendido.
(No
hablaré de desprendimientos, pues pensaré
en
mi padre:
anduvo
siempre en cruz, con los brazos abiertos.)
Estoy
confundido.
¿Era
éste mi padre o era aquel
hombre
terrible y duro
que
inventaba su mundo y lo vivía?
La
radio se rompe y enmudece la música,
en
tanto
los
autos pasan sin hendir la carretera…
(la
hendirán dentro de algunos años, gustaría
de
libar sus hendiduras),
la
hendirán otros autos con la ayuda de estos autos.
Estos
autos y aquellos son lo mismo:
un
objeto que lleva a la locura.
Estoy
loco. La locura
me
asecha como el tiempo.
Inamovible,
juez inexorable,
no
me deja eludir las asechanzas.
Te
hundes.
Entró
la muerte en ti.
Entró
con su guadaña. Entró con su grandor.
Mírala
cómo obra y maquina y se sonríe.
Su
risa es tan grande como una casa abierta.
Padre,
¿qué más diré?
Todo
esto es el mundo, que es una bola y gira,
todo
esto acomete los espacios, hinche el tiempo,
todo
esto se dice y sucede mientras Johnny,[1]
drogado,
manosea las teclas de su saxo.
[1] Johnny
Carter, personaje de Julio Cortázar inspirado en el músico Charlie Parker.
ALGUIEN
POR LO BAJO
Que
el día completo sea una sola gota
y
nubes y nubes lluevan resbalen
trueno abajo
u
otro hecho cualquiera
sea
de ejemplo
la fuga de un pájaro o la prisión de
un pájaro
u
otro diferente de ambos
alguien siempre
lo
cierto es que alguien siempre
sin
falta ni excepción ese alguien siempre
(mi padre o Schopenhauer) se desliza
y masculla
—
Si lo hubiese querido no sucede
Vierte amarillo-sol el redor de las cosas
análoga
procesión de reyes y soldados
Hombres
similares hombres llegaron y se fueron
y
llegaron y se fueron y llegaron y se fueron
-cruz bonete casco repique de
platillos-
entre
nubes de polvo y acuchillados espasmos
Riscos resguardados
amplio
panorama de fuentes derruidas
cascadas de aguas simultáneas
caen
caen caen como si cayese un siglo
(se
amontonan los hombres en las laderas bajas)
Ciudades saqueadas
-cañadas
desfiladeros hoyas
galerías y túneles y templos y
pirámides
entalladas
montañas y picachos
en ronca caravana de borroso
contorno-
Sucede
el guerrero que choca con la piedra
en
el campo rendido de cansancio y rocío
habitante espectral de humus y
vinagre
y
batallas y rondas y sombras soleadas
...eslabón en que llora el vencedor su victoria
al
saberse vencido por el dichoso rendido
premiado con la gloria cerril de la
añoranza
de lo que pudo ser... y de sus
casos mejores
CÍRCULOS
A Carlos Cabrera
I
¿En qué tiempo futuro, cerca o lejos,
volveré a pisar bajo el sol estos contornos?
Es así. No dudo.
El hombre en las épocas
ha sido uno, un círculo;
además
hechos que perecieron renacen, se suscitan,
son para no ser y volver a ser nueva vez.
Se escucha el redondel.
…A los que ayer anduvieron en harapos
a espacio abierto ciñendo sus vergüenzas,
su pudor y su honor, hoy Julio César
ensalza y entrega laticlavias.
¿En qué tiempo futuro, cerca o lejos,
volveré a pisar bajo el sol estos contornos?
Es así. No dudo.
El hombre en las épocas
ha sido uno, un círculo;
además
hechos que perecieron renacen, se suscitan,
son para no ser y volver a ser nueva vez.
Se escucha el redondel.
…A los que ayer anduvieron en harapos
a espacio abierto ciñendo sus vergüenzas,
su pudor y su honor, hoy Julio César
ensalza y entrega laticlavias.
II
Polluelo más de águila levanta Cayo Mario
su vuelo inaugural. Siete cabezas
de arrojo se enroscan en la rueca.
Ex nihilo nihil fit, reza la roca.
Polluelo más de águila levanta Cayo Mario
su vuelo inaugural. Siete cabezas
de arrojo se enroscan en la rueca.
Ex nihilo nihil fit, reza la roca.
[Voz de Júpiter:]
«Apártate de partidos, Cayo Mario.
Quiebra lanza y espada, Cayo Mario.
Aniquila ambiciones, Cayo Mario.
Aun si no existieran bandidos y traidores,
con el tiempo rodarán los monumentos
del pueblo irredimible, Cayo Mario».
OTRA VEZ MI PADRE
Se cae, en cayéndose la noche.
Sueño y él: dos hombres que se juntan,
danse las manos, parlotean
del balance del tiempo y de las almas;
sueño y él: dos sueños que se juntan;
sueño y él no tienen despedidas
últimas, se hablan cada noche
llevándose las cuentas y contándose;
sueño y él respiran siempre el mismo
aire, la misma habitación vacía,
el uno con su único arrebato,
el otro con su única sonrisa.
Sueño y él: dos hombres que se juntan,
danse las manos, parlotean
del balance del tiempo y de las almas;
sueño y él: dos sueños que se juntan;
sueño y él no tienen despedidas
últimas, se hablan cada noche
llevándose las cuentas y contándose;
sueño y él respiran siempre el mismo
aire, la misma habitación vacía,
el uno con su único arrebato,
el otro con su única sonrisa.
En el alba despídense hasta la otra
cita obligatoria y prefijada.
El sueño vuelve al sueño, al infinito;
mi padre a su resabio, a sus carambas…
cita obligatoria y prefijada.
El sueño vuelve al sueño, al infinito;
mi padre a su resabio, a sus carambas…
(Substancia el ser al sueño,
provisor
constante del juego intermitente:
equilibrio de fuerzas, de planos, de pulsión;
ergo, alumbra el día lo que alumbra al día,
constante del juego intermitente:
equilibrio de fuerzas, de planos, de pulsión;
ergo, alumbra el día lo que alumbra al día,
medida…
norma…
regla….
bitácora…
apeiron…)
1
«Si
el hombre sabio
despega
el labio,
el
necio ha huido
con
el oído.
«El
hombre necio
se
paga el precio
más
de las veces
con
muchas nueces.
«Me
mira el necio
con
su resabio
las
pocas veces
que
he sido sabio.
«Me
ignora el sabio
con
su desprecio
las
tantas veces
que
he sido necio.
«Personalmente
me
justiprecio:
soy
necio sabio
y
sabio necio.
«¿Os
decepciono?
Por
esta vía
me
sumo al mundo
de
medianía
«en
que la masa
bien
se solaza
(de
tal manera
no
me rechaza)»,
dijo
el remero
de
la barcaza
en
tono grave,
con
desconsuelo,
mientras
cruzaba
los
Dardanelos
entre
dos cielos,
dos,
paralelos...
24
Se ha hecho ley
que toda culpa
la tenga el rey.
En todo hecho
reprobable
hay un tercero culpable.
Ved: se salva
quien escucha
y el que habla…
Si de otra manera
fuera
el mundo se desdijera.
27
Por lo chato del mundo,
por lo vulgar,
hablan solos los sabios,
dedo pulgar.
por lo vulgar,
hablan solos los sabios,
dedo pulgar.
El discurso del necio
vale un penique
aunque lo lisonjeen,
dedo meñique.
vale un penique
aunque lo lisonjeen,
dedo meñique.
Día a día se aferran
al mismo error
y se tildan de sabios,
dedo mayor.
al mismo error
y se tildan de sabios,
dedo mayor.
Yo me alejo del necio
-el sabio dice-.
¿Y por qué me señalas,
índice, índice?
-el sabio dice-.
¿Y por qué me señalas,
índice, índice?
—Todos somos tirantes
del mismo cuero,
ya pequeños, ya grandes…-
del mismo cuero,
ya pequeños, ya grandes…-
replica el dedo.