Nota: Pulsando el enlace arriba indicado podrá leer Los cantos sagrados, de Leopoldo Minaya, en forma de libro digital cuyas páginas ruedan a la derecha y a la izquierda como en el libro físico. En ordenadores de escritorio y otros artefactos de pantalla agrandada resulta más cómoda su lectura, según mi propia experiencia. Puede leerse igualmente en teléfono portátil, aunque no tan cómodamente. Si desea leerlo en este blog, continúe abajo, luego de la portada.
LOS CANTOS SAGRADOS
LEOPOLDO MINAYA
Portada:
Eugène Delacroix, «Milton dicta a sus hijas El paraíso
perdido», detalle, aceite sobre lona, circa 1826.
Tercera edición revisada por el autor,
Julio 1, 2020
Copyright:
Leopoldo
Minaya y sucesores
Príncipe
Editorial 2019
New
York, USA.
LOS CANTOS SAGRADOS
LEOPOLDO MINAYA
Palabras liminares
Los cantos sagrados han ido
apareciendo subrepticiamente al través del tiempo en mis obrillas literarias.
Este volumen, que se denomina concretamente Los
cantos sagrados, está constituido primeramente por cinco efusiones y raptos
(con su correspondiente revelación), hasta ahora inéditos como libro; por once
versiones esenciales libres de salmos del rey David et al., y por trabajos
recogidos de libros anteriores como La
hora llena y Preeminencia del tiempo,
a los que denomino aquí —a todas luces inapropiadamente— «otros poemas».
Las versiones esenciales libres de
los salmos de David intentan atenuar el paralelismo —conocido sistema de versificación de la
lengua hebrea— y afirmar el versolibrismo o el isosilabismo propios de la versificación
romance. Quieren ofrecer al hombre de lengua castellana una versión fácilmente
memorizable y para nada ociosa de esos milenarios cantos. La «Biblia del oso»,
la traducción del español Casiodoro de Reina, fue el punto de partida de estos
tal vez inútiles esfuerzos.
Frente al bien, establecido por
Platón como virtud cardinal, y frente a la belleza (instituida por los poetas
como aspiración esencial), el sujeto lírico de esta obrilla apunta a la Verdad
como bien y belleza supremos. La pintura de Delacroix en portada, que
representa a Milton dictando a sus hijas El
paraíso perdido, atiende a la analogía siguiente: por la desobediencia, según
la Biblia, refrendada por el poeta inglés, el hombre pierde el Paraíso
originario; por la estulticia… pierde el hombre el disfrute del último reducto
de ese Paraíso, que es la vida sobre la Tierra, siempre según la opinión del
antedicho sujeto lírico.
l. m.
Arrebátame la toga y el bastón, Señor
Arrebátame la toga
y el bastón, Señor, dame una azada
de hierro
voluntarioso para labrar la tierra:
válgame de las
manos resueltas y anodinas
antes que de
palabra servil o mentirosa.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
Porque mentiroso es el hombre, y su palabra
es mentirosa,
y mentirosos sus códigos, sistemas y ordenamientos;
sus leyes alzan zarpas y eventuales guaridas,
sus frases irradian duales, múltiples significados.
¿Os parece justa
la ley? ¿parece justa?
¡No cedáis ante la
trampa de las apariencias!
Ignora el hombre
la niveladora justicia de las aguas,
contradice el
empuje de la ciega raíz…
La ley es la
voluntad escrita de los poderosos
y su excepción es
la voluntad no escrita de los poderosos,
y he de decírtelo,
Dios, con expresiones rectas,
sin atavíos ni
floreos, sin subvertir sintaxis,
sin pretender pontificar
en… o desde el lenguaje
como hacen los
artistas de la gala o el estilo;
mas, ¿he de llegar
a ti con tales artificios...?,
¿a ti, que eres
Maestro en todos los idiomas?,
¿a ti, que eres
señor de todas las palabras?
La Verdad es la
belleza inmanente, la belleza eminente,
la belleza
evidente, la belleza quiescente...
¿y quién es ese
que ha dicho: «La belleza no cabe en el poema
ni en la oración»?
Arráncame la vara,
los símbolos de autoridad; dame un arado
de acero trabajoso
para vetear la tierra.
Oblígame a
plantar, Señor, produzca el cieno
el milagro del
arroz, el eco de los pájaros…
Porque todo poder
del hombre se sustenta en el engaño,
en su capacidad de
engaño reside su «grandeza».
Divídese el mundo
puntualmente
entre los que
imponen el engaño por concupiscencia
y los que aceptan
la artimaña por provecho
o debilidad.
¿Cuándo dirás,
Dios mío: «Tomaré la Tierra
y la haré volver a
sus orígenes, la haré temblar,
removerela desde
sus cimientos,
para que haya
verdad de nuevo entre expansión y expansión
como fuera al
albor, en los inicios,
antes de la
dominación desmedida de la cosa,
antes del fuego y
el heno, del resplandor terrible
de la
conflagración,
antes de que
alejárase el extremo del extremo
de la pizarra
inmunda
y la negociación
dolorosa del pecado»?
El hombre no tiene
fe en ti, aunque lo diga;
no tengas fe en el
hombre.
Cuando juremos
buscarte,
no nos creas;
cuando aseguremos
servirte,
no nos creas;
y si abrimos la
boca
no nos creas.
¡No nos creas, no
nos creas, no nos creas…!
Oh, Señor, como se
corta un hilo
con tijeras
deslumbrantes de tan nuevas,
¡por la sola
dispensación de tu vasta Misericordia!,
por qué no quitas
al hombre el libre albedrío,
haciéndolo obrar
según tu Voluntad
para que adquiera
encanto de olorosa madera,
y el júbilo se adentre
en el redoble,
y nos redimas,
y amemos y
abracemos y cantemos,
y nos salves a
nosotros de nosotros…
Acuérdate, Señor
Acuérdate, Señor, del hombre humilde
al que no dejan vivir sobre la tierra.
Mira sus esperanzas: las ha posado en ti.
No dejes ser tu mundo confín de la injusticia,
ánfora hueca, vacía de Principios.
Apiádate de aquel a quien se dificulta conseguir su pan
y el sustento de sus hijos entre la maldad y la apatía
trocadas en egoísmo destructor.
Guarda al que llaman «extranjero» y se desplaza con pasos precarios
en un círculo ruin de acerada indiferencia.
Saca, oh Señor, la belleza del poema,
la belleza de las vastedades,
y préndelas del corazón humano
para que diga el opresor:
«He comido bastante y he bebido bastante;
dejaré comer y beber a mis hermanos,
porque toda ganancia excesiva es mal habida
y es por naturaleza y peso propio afrenta contra Dios»;
y suceda que comen y beben los hermanos
solo hasta el punto de saciar su hambre
y de anular su sed
y no toman más de la porción debida,
ánfora hueca, vacía de Principios.
Apiádate de aquel a quien se dificulta conseguir su pan
y el sustento de sus hijos entre la maldad y la apatía
trocadas en egoísmo destructor.
Guarda al que llaman «extranjero» y se desplaza con pasos precarios
en un círculo ruin de acerada indiferencia.
Saca, oh Señor, la belleza del poema,
la belleza de las vastedades,
y préndelas del corazón humano
para que diga el opresor:
«He comido bastante y he bebido bastante;
dejaré comer y beber a mis hermanos,
porque toda ganancia excesiva es mal habida
y es por naturaleza y peso propio afrenta contra Dios»;
y suceda que comen y beben los hermanos
solo hasta el punto de saciar su hambre
y de anular su sed
y no toman más de la porción debida,
y no se hacen indignos de la compasión con insolencias.
Manda, Señor, sentido de la equidad entre los hombres,
conciencia de su pequeñez, conciencia de su brevedad,
conciencia de su condición perecedera...
¡Líbranos del cinturón de la avaricia!
¿Cómo ha de acumular un hombre, Señor,
lo que no ha de gastar en doce vidas,
en ocho vidas, en cien vidas, o hasta
en dos y media y hasta en dos?
Conduélete de la Humanidad, Señor, alejada de tus leyes,
adicta a sus leyes propias, sentando la iniquidad
como la norma.
Dale, Dios mío, un día al hombre
un golpe seco con un leño seco
y párteselo en dos sobre la cabeza
para que pueda ver su necedad
al exhibir derroche frente a los hambrientos
y vestir desmanes frente a los desabrigados.
Acuérdate, Señor, del hombre humilde
al que no prestan atención cuando se expresa
ahogado por la timidez
porque a sus palabras no encuentran importancia,
Manda, Señor, sentido de la equidad entre los hombres,
conciencia de su pequeñez, conciencia de su brevedad,
conciencia de su condición perecedera...
¡Líbranos del cinturón de la avaricia!
¿Cómo ha de acumular un hombre, Señor,
lo que no ha de gastar en doce vidas,
en ocho vidas, en cien vidas, o hasta
en dos y media y hasta en dos?
Conduélete de la Humanidad, Señor, alejada de tus leyes,
adicta a sus leyes propias, sentando la iniquidad
como la norma.
Dale, Dios mío, un día al hombre
un golpe seco con un leño seco
y párteselo en dos sobre la cabeza
para que pueda ver su necedad
al exhibir derroche frente a los hambrientos
y vestir desmanes frente a los desabrigados.
Acuérdate, Señor, del hombre humilde
al que no prestan atención cuando se expresa
ahogado por la timidez
porque a sus palabras no encuentran importancia,
antes dicen: «¿Y este, qué nos puede dar?
¿acaso pretendéis que nos detengamos a escucharle o a
aplaudir
sin expectativas de logros?
Mejor nos alejaremos, no se cierna su pobreza sobre
nosotros
o le urja algún favor nuestro».
Rompe, Señor, la indolencia y la plebeyez
y haznos dignos partícipes de tu Pan.
Oh, Supremo Dador, fe y única y última
esperanza mía,
bien sé que eres infinito
y todo lo sometes y todo lo gobiernas
y que en tu gran Altitud tendrás tu Plan
que mi humano corazón no alcanza comprender a plenitud,
perdona o castiga mi propia necedad,
perdona si te ofenden mis palabras,
pero un día persigue al perseguidor, oprime al opresor,
roba al ladrón, juzga al juez, calla a los que callan,
ponles leyes a quienes ponen leyes, haz confesar al confesor,
somete a los abusadores y levanta a los seres maltratados...
y vencidos...
sin encimarlos, para que no se revierta la opresión
y porque todo hombre encimado es una plaga.
y haznos dignos partícipes de tu Pan.
Oh, Supremo Dador, fe y única y última
esperanza mía,
bien sé que eres infinito
y todo lo sometes y todo lo gobiernas
y que en tu gran Altitud tendrás tu Plan
que mi humano corazón no alcanza comprender a plenitud,
perdona o castiga mi propia necedad,
perdona si te ofenden mis palabras,
pero un día persigue al perseguidor, oprime al opresor,
roba al ladrón, juzga al juez, calla a los que callan,
ponles leyes a quienes ponen leyes, haz confesar al confesor,
somete a los abusadores y levanta a los seres maltratados...
y vencidos...
sin encimarlos, para que no se revierta la opresión
y porque todo hombre encimado es una plaga.
Así lo pido, Señor, y si lo quieres,
y si te place, y sin que te acuse,
castígame con lo merecido si esta oración sumisa constituye
una blasfemia, con lo que
–además de al ostracismo a que me condenarán los hombres-
me iría tranquilo y para siempre al fuego del infierno.
La voz del ángel
A don
Rodolfo Coiscou Weber, Nikolay Petrovich, R. M. Rilke y Rafael Arberti,
oteadores de ángeles.
Entonces habló el
ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y sentí lástima de
mí):
«Dios es uno,
Dios
es múltiple;
Dios
es el Uno Múltiple;
Él
comprende y envuelve
cada
expansión».
E inquirí,
y se me dijo:
«Aguarda;
aromatiza el
incienso; adhiere la pez rubia».
Entonces habló el
ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y sentí vergüenza
de mí mismo
e intenté taparme
con mi capa):
«El Uno es la dualidad
espaciotemporal,
el
haz y el envés
—concreción
y abstracción—,
y
las tres dimensiones presenciales,
y
la cuarta dimensión y el resto
de
las dimensiones».
(Y elevé hasta
Dios mi súplica como quien sopla el pífano,
como quien tensa
un arco para impulsar la flecha.)
Entonces habló el
ángel
(y miré
y me vi
y me vi hombre
y como un reptil
quise arrastrarme
entre las peñas):
«Dios
es el círculo sin bordes,
lo
lleno y lo vacío,
fragmentada
entereza de conjunto;
Él
es la curva y la recta,
el
punto y la suma infinita
de
los infinitos puntos…»
E inquirí nueva
vez
y fuéronme
mostrados los rostros de la Tierra,
y vi desde un
ábside los rostros de la Tierra,
y vi miedo y pavor
en los rostros de la Tierra;
y vi las cimas
rocosas y el ademán de las cascadas,
los lagos urentes
y elusivos,
las masas de agua
y las gélidas regiones…
y las templadas
regiones, y las secas regiones
entre pirámides de
aristas y repechos
donde el Sol pega
como una serpiente
y la serpiente
pega como un látigo;
y oí el aullido
del lobo de la noche,
mientras bullía el
boato especular del día…
¡He aquí la Tierra
como punto entre infinitos puntos
dispuesta a
abrirme sus puntos interiores…
desde el escalón
de las islas hasta el tanteo glaciar
y el canto
endoselado de las perpetuas nieves…!
¡Ay de mí si
cayese de tan alto,
ay de mí si una potencia
no me sostuviera!
Y vi las oleadas
humanas posarse en desorden
en el bancal de
los evos,
atrayéndose y
repeliéndose, atrayéndose y repeliéndose,
atrayéndose y
repeliéndose;
y vi las coronas y
cetros de los hombres,
sus «honores» y
«glorias», «galardones» y «triunfos»:
anillos y
guirnaldas
y mitras y mandos
y blasones;
y vi la testa
erguida y la acuciante doblez,
la voracidad del
instinto y el apetito insaciable,
la garra y la
iniquidad,
la estulticia y la
frivolidad,
la sandez y la
vanidad,
y he dicho: «¿Y
cuál es ese monstruo que serpentea
y al colear se
flagela y se destruye a sí mismo,
ese que
mortifica
su sangre a
latigazos?»
Y vi los astros en
rotación,
el balanceo nodal
de las esferas,
moviéndome sin
peso ni gravedad,
con movimientos rítmicos,
veloces o pausados,
o apoyándome en un
recodo de la inmensidad abierta,
y dije: «¡Tanta
magnificencia y tanta prodigalidad
para tanta ruina
moral entre nosotros!
¡Tanta perfección
y tanta pulcritud
para que viva yo
tan lleno de pecados!
¡Tanta luz y tanta
claridad
para que escojamos
vivir en las tinieblas!»
¡Ah, pobre
humanidad de pugilatos y luchas miserables!
Y dije: «Mira esta
estrella que está aquí
—como roca
endulzada— ante mis ojos:
seguramente no
sabe que está aquí,
expuesta al
chorreo de miríadas de siglos,
fluyendo entre las
cosas que no han sido nombradas…»
Y he dicho:
«¡Oh, Señor,
aléjame de la indolente multitud y de sus vicios,
de sus costumbres
bárbaras,
de su insaciable
deseo de "honores" y "grandezas";
aléjame de todo lo
horroroso ante tus ojos,
del pecado y de la
maldad, de la astucia y del fingimiento,
de la impudicia y
de la avaricia…!
¡No sea yo para ti
motivo de vergüenza,
inconformidad o
enojo…
porque grande es
la desgracia de quien te siente Ausente,
privándose de la
Absoluta y Eternal Inmanencia!»
Entonces me habló
el ángel,
y oí,
y sus palabras
cerraron el abismo:
«¡Ejercítate
en la piedad,
mírate
y mira a los hombres
con
compasión
porque
es irrecusable el dicterio de los símbolos,
porque la bondad y la maldad son las galgas de medir,
y
porque no hay nada sobre los cielos
ni
bajo el tapiz de los cielos
que
se iguale a la Misericordia!»
Dios y los hombres
Dios es Dios. Él desborda
las doctrinas
y los dogmas de fe, y
toda idea
referida a su Él nada lo
engloba,
lo comprende o designa: es solo idea.
lo comprende o designa: es solo idea.
Dios es más. Él es Él,
transparentado,
substanciado en su Yo, y
en la natura
simbolizado:
¡Oh fe de religiones,
ofreces solo muestras de
culturas
humanas, con sus libros y
aprensiones
(adorados, hurgados,
magullados)
al fluir de las
«civilizaciones»!
La Verdad se desgaja: Es
todo credo
-más allá de liturgias y
sermones-
parejamente falso y
verdadero.
Tríptico
«Envejezco» (Señor, te doy las gracias)
y «declino» (Señor, te doy las gracias:
muy más cerca de ti, mucho más cerca…)
Me «marginan» (Señor, te doy las gracias)
y me «agreden» (Señor, te doy las gracias:
muy más digno de ti, mucho más digno…)
«Empobrezco» (Señor, te doy las gracias)
y me «arruino» (Señor, te doy las gracias;
haz que roben mis oros los inicuos).
Versiones esenciales
libres
libres
de los salmos de David
et al.
et al.
Dichoso el
hombre…
(Evocación
esencial libre del Salmo 1 de David et al.)
Dichoso el hombre que no anduvo
en compañía de los inicuos,
que en el camino del pecador
no se ha parado,
que en el asiento del burlador
no se ha sentado;
antes bien lo deleita la ley de su Creador,
la lee día y noche en baja voz
hasta llegar a ser
como el árbol plantado a la orilla de los ríos:
dará su propio fruto en su estación
—perenne entre su fronda y su follaje—
y en todo cuanto haga
tendrá éxito.
Los inicuos
no son así,
ellos son como el tamo empujado por el viento,
no se pondrán de pie cuando haya juicio,
no se pondrán de pie por pecadores…
porque Dios insufla vida al camino de los justos
pero el mismísimo camino del inicuo
perecerá.
¿Por qué riñen
entre ellas las naciones?
(Evocación
esencial libre del Salmo 2 de David et al.)
¿Por qué riñen entre ellas las naciones
y arguyen y se oponen alegatos vacíos?
Los reyes de la tierra
imponen su parecer,
sus altos funcionarios
blasfeman
contra Dios,
blasfeman contra su elegido:
«Rompamos sus ataduras
y echemos su yugo de nosotros», dicen.
Pero Dios mismo se reirá en su cielo,
los escarnecerá,
les hablará
en su cólera,
y así, con desagrado, los confundirá:
«Yo, sí, Yo
he consagrado a mi rey;
sí, Yo,
sí,
he venido a ser su Padre».
Oh, naciones y reyes de la tierra,
sirvan a Dios con agrado y temor santo,
déjense asesorar y sed sensatos,
besad al hijo, hallad refugio en él,
o los enfrentará mi Dios contra su hierro,
como a un vaso frágil los hará añicos,
los hará perecer en el camino
pues su cólera se enciende fácilmente...
Eres mi escudo
protector
(Evocación
esencial libre del Salmo 3 de David et al.)
Señor,
¿por qué se ha acrecentado el número
de mis enemigos?
Muchos son los que ahora se alzan contra mí.
Ellos están diciendo de mi espíritu:
«No; Dios no podrá ser su salvación».
Pero Tú, ¡oh Dios!, eres mi escudo protector,
eres mi gloria y eres
quien trae levantada mi cabeza…
De diez mil personas que se formen contra mí
no temeré;
con mi voz clamaré al Señor mismo
Y Él me responderá desde su cielo.
Tranquilamente me pondré a dormir,
confiado en el seguro despertar
porque Tú, Señor, me sigues sosteniendo…
Levántate, sí, Dios de los cielos;
sálvame, sacude al enemigo…
Toda salvación de ti proviene.
La bendición ya está sobre tu pueblo…
Cuando llame,
respóndeme…
(Evocación
esencial libre del Salmo 4 de David et al.)
Cuando llame, respóndeme, ¡oh Dios salvador!
En mi angustia yo espero tu respaldo,
compadécete, escucha mi oración.
Hombres,
¿hasta cuándo sabré de sus insultos?
Entre sus labios aflora la mentira,
pero distingue Dios al que le sigue
y Él me escucha las veces que le llamo.
Temblad, temed, mas no pequéis…
Abierto entero el corazón, callad,
confiad en Dios: su rostro nos alumbra…
En paz me acostaré y en paz me dormiré
porque Tú, porque Tú solo, me das seguridad.
A mis súplicas
fervientes presta oído
(Evocación
esencial libre del Salmo 5 de David et al.)
A mis súplicas fervientes presta oído,
y al suave musitar de mis plegarias.
Escucha mis suspiros, mi clamor, y ayúdame
¡oh Rey mío y Señor mío,
oh Dios!
De mañana oirás mi voz,
a ti muy de mañana dirigiré mis palabras
porque Tú no eres el Dios de los inicuos
y nadie malo puede ser parte de ti:
ni el jactancioso, ni el malvado,
ni el estafador, ni el mentiroso,
ni el homicida, ¡a todos los detestas…!
Pero yo, por casusa de tu bondad y tu amor,
entraré en tu casa, entraré en tu Santo Templo
y te haré reverencias…
Los que en ti se refugian serán recompensados,
hasta el fin de los tiempos irán gozosamente,
Tú los bendecirás porque claman tu Nombre
y Tú los cubrirás con tu gigante escudo…
No me reprendas
en tu cólera
(Evocación
esencial libre del Salmo 6 de David et al.)
Señor, no me
reprendas en tu cólera,
no me censures
en tu furia;
favoréceme, en
cambio, que estoy desfalleciendo;
heme aquí confundido,
mi alma avergonzada.
Hasta cuándo,
mi Dios, pregunto yo hasta cuándo,
hasta cuándo
sufrirá mi alma perturbada,
hasta cuándo
mis huesos…, hasta cuándo mis lágrimas…
¡Sálvame por
causa de tu gran compasión!
Por
gemir, por suspirar, ya luzco fatigado,
ya luzco
envejecido por las hostilidades…
Muy débil
y con lágrimas me ves junto a la muerte
pero si muero,
Dios, ¿cómo podré alabarte?
Apártense de
mí, malignos y malvados,
porque el Dios
amoroso mis ruegos escuchó…
¡Todos mis
enemigos serán avergonzados,
quedarán
perturbados y atrás se volverán!
Con todo mi
corazón
(Evocación
esencial libre del Salmo 9 de David et al.)
Te alabaré,
Señor, con todo mi corazón
y así declararé
tus maravillas.
Con melodía
entonaré tus himnos,
¡oh, Altísimo!
Te has sentando
en el trono de los justos,
juzgarás la
tierra productiva,
someterás a
juicio a las naciones
y Tú
serás la
redención del oprimido,
serás el
Altiplano
porque nunca olvidas
Tú el clamor del afligido.
Apiádate de mí,
¡oh Dios del cielo!,
mira cómo me
afligen, levántame Dios mío.
¡Oh, Tú me
estás librando de las puertas de la muerte
y yo gozoso
pregono tus hechos encomiables!
Se hundieron
las naciones en el hoyo que hicieron,
en la red que
tendieron se entrampa su propio pie;
yo digo
que no siempre será olvidado el pobre
ni perecerá
jamás la esperanza del manso.
Juzga a las
naciones delante de tu rostro,
¡levántate Dios
mío ante el hombre mortal!
Infúndeles
temor, señálalos y júzgalos…
para que sepan,
hombres, que solo hombres son.
¿Por qué te
alejas y te escondes?
(Evocación
esencial libre del Salmo 10 de David et al.)
Señor,
¿por qué te alejas y te escondes?
El inicuo
somete al afligido,
el inicuo blasfema
contra ti,
afirma que no
hay fuerza que le juzgue,
librado del
dolor y la desgracia.
Se agazapa el
malvado como fiera
y sobre el
desdichado, presto, salta.
Pero Dios no se
cubre con un velo:
desnudo está su
rostro y todo ve.
¡Levántate, mi Dios,
alza tu mano;
sostén la
aspiración de los vencidos;
elévanos,
alívianos, conságranos!
Pide cuenta al
verdugo y que se pierda,
aborrece al
inicuo y al malvado
porque eres la
justicia de los huérfanos,
porque eres la
razón del hombre manso
y eres Rey por
los siglos de los siglos…
y no temes al
hombre, hecho de barro.
En ti, por mi
bien, me he refugiado
(Evocación
esencial libre del Salmo 11 de David et al.)
En ti (por mi
bien) me he refugiado:
los impíos
doblan el arco,
preparan sus flechas,
apuntan a mi
corazón.
Si están ya
socavados los principios,
¿a qué se
atendrá, Dios mío, el hombre justo?
Santo
templo, Dios mío, cielo y trono:
no concedas
victoria a la violencia
que enredan en
su alma los inicuos,
nazcan romas
las puntas de sus flechas,
su odio,
su maldad no favorezcas… ;
antes, trampas,
fuego, azufre, un viento abrasador
y tu furia
incontenible les cegarán los ojos
porque nadie
impuro puede tocarte, Santo Espíritu,
y solo el
hombre justo contemplará tu rostro…
¿Hasta cuándo,
mi Dios, me olvidarás?
(Evocación
esencial libre del Salmo 13 de David et al.)
¿Hasta cuándo,
mi Dios, me olvidarás? ¿hasta cuándo?
¿Hasta cuándo,
Señor, me olvidarás? ¿hasta siempre?
¿Hasta cuándo
tu rostro se apartará de mí?
¿Hasta cuándo,
hasta cuándo padecerá mi alma?
¿Hasta cuándo
el enemigo pisará sobre mí
y bloqueando
mis pasos me hará trastabillar?
¿Hasta cuándo
reirá, gozoso, frente a mí?
Respóndeme,
Dios mío, ¿hasta cuándo?, responde.
…Porque yo por
causa de tu amor he confiado
mi corazón
devoto hallará tu salvación.
Te cantaré, mi
Dios, te ensalzaré en mis salmos…
y, amoroso Tú,
serás mi recompensa.
¿Quién morará?
(Evocación esencial
libre del Salmo 15 de David et al.)
¿Quién morará en el
santo cerro? ¿Quién
escoltará el Altar
sagrado, a Dios?
—Aquel que por amor a
la Justicia
empapa en la Verdad su
corazón.-
Quien resiste maldad, y
la calumnia
embiste con el filo de
la hoz
forjada en las
primicias del espíritu…
morará en la Presencia
del Señor.
Aquel que, aun
atrayéndose perjuicios
o el daño de los suyos,
no cambió
el literal del recto
testamento…
morará en la Presencia
del Señor.
Apartados el lucro y el
cohecho,
morará en la presencia
del Señor.
Otros poemas
A Bruno Rosario Candelier
No soy la piedra que mató a Goliat
—a matar no me enseña el cristianismo—,
soy la piedra angular, soy basamento
bañado eternamente por un río.
Diversidad de piedras meteóricas,
alto y raro universo que respiro,
astros (lunas y soles y planetas)
que lucen, como dedos, sus anillos:
no soy la piedra de discordia.
En vano
arrimóse Satán a mis oídos.
¿Piedra filosofal?
¡Nada tan bello!
¿Piedra de toque?
Duelo y esclavismo...
(Pero aquel que llegare hasta estas letras,
piedra filosofal es en sí mismo
—piedra filosofal que frote piedra
filosofal dará... oro macizo—,
y si hiciese brillar este poema,
colocando la piedra de su espíritu,
afirmando o negando o descreyendo,
será dueño de ⅓ de sus símbolos
...y en completa equidad, pues corresponde
-cual tributo al ambiguo logaritmo
recargado en los hombros de los hombres-
otro tanto al azar
o a los designios.)
LA ODA SAGRADA
A Ramón Emilio Reyes
Contamos las historias, las edades,
porque desembocamos en la luz,
porque al compás de desiguales años
quisimos ser caballos de más brío.
«Ser o no ser»: dilema de existencia,
discursea el hondón de los sentidos,
y en profesión de fe y de los comienzos
nos vamos, con franqueza, de las manos...
Pero es así:
si piensa la materia
y me interpela por tu voz el barro
nos revelamos primordial progenie,
un salpique de icor corre en tu mano.
Pero es así.
Nosotros, tan anónimos,
tan calladitos a mitad del prado,
por una vez vencimos a la muerte...
¡Victoria excepcional! ¡Gloria es nacernos
...que el espíritu escupe eternidades!
LA CONFESIÓN REAL
—Hacerla de rodillas no es hacerla.
¿De qué sirve si Dios escucha a solas?
No hay confesión real si algo se oculta
bajo el ala secreta del secreto.
Con estruendosa voz suéltate ahora,
desbroza de una vez la telaraña,
di si a alguno robaste alguna cosa
o te nombró el pecado de la usura.
...si la carne llamó, y tú seguiste
su onceno mandamiento, si mentiste,
si engañaste, si heriste, si humillaste;
Pero dilo en voz alta, sepan todos
los infiernos que tú lo hiciste, sientan
el vendaval que emane de tu boca...
Echa fuera el silencio y el misterio,
haz que fluya tu río, nada ocultes
y por siempre libérate, ¡libérate!
TANTA
MATERIA
A
Carmen Pérez Valerio¿A quién le importará?
Tanta materia
se desgrana en redor del universo...
¿A quién importará, ¡vasto infinito!,
la piedra echada al mar en nuestros juegos...?
¿A quién le importará? ¡Mejores días!
¡Cara o cruz! Ansiedad. Vivas palabras...
Y entre babeles y entre griteríos,
¿a quién importará la piedra ahogada?
Al soplo levantisco de una era
de burla al Prototipo -¡luz o flama!-,
y al resbalón de las ideologías,
¿a quién importará la piedra o nada?
—Al poeta...
Hilvana las palabras
-abalorios o piedras-. Son su credo.
¿Qué se escucha?
—¡Oh, dónde está mi curva
piedra que a cada instante echo de menos…?
¿Y dónde las rapsodias primordiales?
¿dónde la heroicidad de los sujetos?
¿Y dónde los amores entrañables?
¿echaron a volar tras los objetos?
¿Y cómo ha devenido la muralla
del honor en hurgado palimpsesto?
¡Areniscas, peñascos, gravas, tolvas,
conservad la Verdad y el Fundamento!
Hordas sordas, tropeles, torvas turbas
(quebrantáis todo sano mandamiento),
escuchad la canción que rueda a solas,
escuchad la Canción, verso y reverso:
♫♫♫…Desde el gesto ancestral en los menhires
sopla una eternidad que no es el viento…♫♫♫
GÉNESIS
—Estoy aquí
desde el Principio.
Soy el origen y la luz.
Soy el centro y la causa infinita.
Soy la razón de ser de la ecuación.
Soy la cuerda y el arco.
Soy el pez y la red.
Soy el eje del tiempo.
Soy el ir, y el volver....
Ni un repicar, ni un ángulo, ni un remover de un velo,
ni un sostener de alas ni un abatir primero,
fueron sombras creadas por la sombra....
Dije: «Sea» y apareció el misterio.
Dije: «Haya», y en floración fui nuevo.
Me esmeré hasta en el mínimo sorber de las raíces...
Con mi lento fluir, yo te sostengo.
HIJO PRÓDIGO
—Corrí una vez al aire y me perdí en el viento.
Toqué profundos páramos y timbres sostenidos.
Pero he vuelto, Dador, y hoy heme aquí en tus brazos
recibiendo tu amor a torrentes, a ciegas...
¡Señálame! Tu dedo no acusa ni me quema:
empuja mi costado para que libre gire.
¡Acógeme, Hacedor, iguálame a los tuyos
y te diré del múltiple agradecer infinito!
¿El cielo no tembló? Todo caía en racimos.
Yo mismo rodé ciego, desolado, en pedazos...
¡Acorázame: lléname del néctar de tus rosas!
¡Húndeme en los abismos o a tu altura levántame!
LA REFLEXIÓN DE SAULO
—Ya nunca blandiré palabras ni emociones.
Me iré a dormir muy lejos del jardín encendido.
Transformaré mis armas: las fundiré y con ellas
me haré yo la medalla para grabar mi sino.
¿Por qué me anduve siempre fijando letras muertas?
¿Por qué, como alfarero, me entretuve en el barro?
¿Por qué hube de esperar todo este tiempo, dígome,
cuando es mejor volverse para besar el látigo!
Yo me oía en la noche, zumbando en mis temores...
La oscuridad en su amplio costado me envolvía
hasta dejarme ciego en mi soledad austera...
Mas mi Damasco tiene su lógica escondida
porque, para el milagro de salvación entera,
estaba yo más ciego cuando dijiste: «Mira».
HIJO PRÓDIGO (2)
Todo lo puedo.
Regresar me ha dotado de fuerzas poderosas.
El hogar paterno me dio sentirme suyo...
y moraré tranquilo, enamorado eterno.
Cual cervatillo
herido que vaga por los bosques
y remonta escarpadas colinas y se pierde,
gira en torno a malezas y breñares
y buscándose a gritos más se pierde,
y se agita y se espanta y más se pierde,
y se abstiene o se lanza y más se pierde,
así anduve, morando entre los hombres...
entre bestias ceñudas y sedientas
de riquezas, honores y oropeles.
y remonta escarpadas colinas y se pierde,
gira en torno a malezas y breñares
y buscándose a gritos más se pierde,
y se agita y se espanta y más se pierde,
y se abstiene o se lanza y más se pierde,
así anduve, morando entre los hombres...
entre bestias ceñudas y sedientas
de riquezas, honores y oropeles.
...Fuime a beber al mar
y en sus saladas aguas
me revelé incapaz de comprenderme a mí mismo,
y he vuelto a las descansos de los dulces arroyos
y de las claras fuentes y de los ríos límpidos...
RETABLO
Un corderillo solo
y herido entre los bosques...
Un corderillo solo
(podrá crecer la hierba),
la voz adolorida que clama entre sollozos:
«¡Regrésame, Pastor, a tus rebaños! ¡Ámame!»
Noventa y nueve tienes,
noventa y nueve balan.
Noventa y nueve veces te volverás en calma;
mas el próximo giro no te será apacible....
¡y yo esperando ardiente que tú me llames! ¡Llámame!
¿Cómo podré, yo solo, cruzar los altos muros?
Mi sino es perecer, perderme en la montaña...
¡Aborréceme tú, que con aborrecerme
tu espíritu de amor, me sentiré salvado!
...Todo misericordia, me miras, me redimes,
y yo lloro y me quedo, como un niño, en tus brazos...
TÓCAME Y SÁLVAME
Habla en mi voz, en mí
dormita.
Roja el alma,
entra en mi piel: sedúceme.
Sintamos
el ardor de la lluvia, el amor, el abrazo.
¡Úsame, tómame, sacrifícame, sálvame,
posa en mí la pasión sin igual, desmedida!
¡Lléname, llévame, aromatízame, embriágame,
siénteme, hiéreme, pulverízame, sálvame!
Tú me escuchas. ¿Te atreves?
Tú me miras. ¿Avanzas?
¡Haz que brote el cantar más solemne, deshazme!
Pon tu pecho en mi pecho y el milagro concédeme:
¡morir por ti, por siempre, por lo perfecto! ¡Llágame!
ACTO DE CONTRICIÓN
Soy un hombre maldito. Yo debía
orientarme en sentido de tu huella,
Señor, seguirla fiel, errar con ella
y tras ella después plantar la mía.
¡Tanto pequé! Reí, mientras se abría
una llaga en tu pecho, mientras sella-
bamos la profecía de la estrella
que del cielo bajó hasta la agonía.
Otros siguieron firmes tus senderos,
los últimos se hicieron los primeros,
repartiendo el perdón y tus ayudas…
Dame tu redención, tu voz, amigo:
no soporto este peso, este castigo
de mis treinta monedas, como Judas.
EN LA MUERTE DE ABEL
Primero fue Caín antes que Dios
ordenara, marcara, dispusiera.
Antes que Adán, algo y nada fue Caín,
antes que el hecho
y mis propios abuelos (asumieron
la Creación y esta historia de sangre que contaron
entre nietos, bisnietos
y sobrinos
boquiabiertos:
tanta en sus labios sin peso ni espesor,
tanta la hondura)
Primero fue Caín antes que todo.
Y luego Dios, la voz de Dios, lo inevitable
de la voz de Dios…
APOCALIPSIS
Los siete sellos
los siete espíritus de Dios
en forma de siete lámparas
los siete ángeles /sus siete
trompetas respectivas
(las siete iglesias y el texto que leyeron
«Yo soy el primero y el último
como las letras A y Z»)
las siete últimas plagas
¿El apocalipsis
estuvo o estará?
Se sabe que
vendrá separación y un nuevo ordenamiento
y los hombres por partes se irán como vinieron.
Habrá inigualdad . Hablará la división.
En la carne sana
penetrarán las armas y sana quedará
y al momento último
todo será cambiado
todo será demolido
y -¡al fin, al fin, al fin!- no quedará
piedra sobre piedra,
alma sobre alma,
suela sobre suelo.
_________________________
Leopoldo Minaya
Isla de Santo Domingo (noviembre 15, 1963). Estudió leyes y se recibió de doctor en derecho. Jurisconsulto. Cursó además una
maestría en Educación Urbana en el estado de New York.
Otras obras
escritas y publicadas:
En el género infantil-juvenil:
La canción de
Angelina, Historia de la doncella
que fue a la guerra, Cuento de los dos quijotes, Historia del niño René Rosales
y de la flauta encantada, El tiempo niño o El libro de Alexander, Romance del
pastorcillo, El conde niño. También Charada al pie de
la luna, obra de teatro para niños.
En el género Poesía:
Oscilación de
péndulo, (1977-1981); Preeminencia del tiempo, (1983-1989); Preeminencia
del tiempo y otros poemas, 1998; La hora llena (2007); Poemas
imaginarios (2007), Los cantos sagrados y otros poemas (2019).
Con El libro de la hormiga y Fabulilla
de la isla de Santo Domingo o del halcón gerifalte y la zorra mañosa, el primero en prosa, el segundo en verso, incursiona
en el difícil manejo de personajes que propenden a la crítica social y de la
conducta humana (2020).
Tiene ensayos y comentarios críticos sobre temas literarios recogidos en Bosquejos de ensayos literarios.
Blog personal:
poemasdeleopoldominayablogspot.com
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